La historia del pasado es siempre historia actual, por más que el nivel de inteligencia humana sea más alta... todavía queda en el fondo de nuestra sociedad una cortina absurda o misteriosa que nos falta descifrar y en las tinieblas de nuestros orígenes buscamos siempre algo de luz que satisfaga esa natural curiosidad. Es que nuestra raza nació, no en el tumulto de las poblaciones, si no en el seno de los campos, en la quietud de las montañas y en la maravillosa contemplación al sol, por hombres sencillos: cuyas almas libres de pasiones, deseos, ambiciones, se entregaban a la dulce contemplación al sol, astro rey y sus cielos, parecía que fundaron allí su ciencia porque entendían más del espíritu humano viendo al sol como autor de luz, vida, alegría ocupando el rango más elevado en su jerarquía divina
En aquellos lejanos o tristes atardeceres de invierno cuando el viento áspero soplaba en la vasta planicie como singular atalaya en la extensa altipampa los Urus, hombres nobles sentados sin orden ni simetría, dejaban vagar errantes las miradas por el horizonte estudiando la misteriosa bóveda del ciclo. Medían el año por el curso del sol, guardando especial adoración a la salida y puesta de su dios, más aún a los solsticios enlazando sus pensamientos de lo celestial con lo terrestre como mudo lenguaje que sigue subsistiendo en lo más recóndito de nuestra tierra.
Ellos estudiaban la creación de cielo y tierra como calado y escultura de su imaginación y fantasía en la inmóvil eternidad.
Cuando se les presentaban el bien o el mal, eran ellos quienes escogían esta alternativa como hombres equilibrados fieles a esa trilogía "No seas flojo, no seas ladrón y no seas mentiroso”, eran directos adoradores de la naturaleza alcanzando una armonía capaz de traducir los fenómenos por el sentimiento que nosotros no llegamos aun a comprender.
Eran hombres con grandes pensamientos nacidos en las profundidades del alma cantando todo su ser a la increíble naturaleza... decían "Si la tristeza y soledad asola el alma cansada de penalidades y falsedades del mundo, es, en el seno de la naturaleza, que el alma encuentra calma y reposo, “en los suspiros de las olas encuentra arrullo a su melancolía y en el albor de una mañana fría bajo el rumor acariciante de los pinos, es, la brisa fría que sosiega el alma y al declinar el día, en el silencioso crepúsculo el alma se aquieta en suave murmullo”.
Cada cosa diminuta suministrada para ellos una nota al gran concierto de la creación, así transportados a los cielos bajaban a la tierra segunda divinidad} que estaban seguros que el dios Sol les hizo como regalo gratuito esa madre tierra maravillosa y tangible ataviada con adornos de la vida vegetal y en sus profundidades metales preciosos capases de construir los cimientos del mundo, esas profundidades sin límites de espacio
Tierra representada por la singular ñusta vestida con la saya indígena, mostrando de esta manera la predilección del dios Sol por la mujer, que los mismos españoles admiraron, envidiaron tanta belleza. Hoy al cabo de cinco siglos de pacientes trabajos, aspiraciones, concilios teológicos, políticos posesionándose la iglesia de tronos y conciencias pasando a constituir esa madre tierra en el mundo material y la inmensidad del cielo en la mansión de la felicidad habitado por Dios y los ángeles, luego de la conquista, tiempo de fuerza y violencia en que todos los ánimos estaban poseídos por el vértigo del descubrimiento y esos hombres colonizadores enseñaron el calendario; el pueblo ya no necesitó observar el cielo y los ánimos, acostumbrados a reunir con símbolos la idea de sus modelos, acabó por confundirlos y el pensamiento puesto en los ciclos les pareció un abismo sin fondo en el vacío eterno y el tiempo, medida pasajera creada por el movimiento del sol se volvió para los Urus puro espacio, no veían sino una inmóvil eternidad, creyendo ver dioses en cualquier conquistador con ideas tan ajenas a su propia realidad.
Es que no nos hemos honrado bastante con lo que nos es legítimo y nuestro, ofuscados por el prestigio de novedades que a cualquier precio nos deshacemos de lo nuestro cubriéndonos con un velo
Porque si leemos a algunos historiadores nuestros antepasados eran salvajes conquistados, sin embargo nuestra antigua civilización merece ocupar un puesto inminente en el orden del pensamiento porque antes y ahora nadie puede entender muestras almas en su incesante afán de alcanzar la libertad, los tesoros de la antigua civilización han desaparecido, nos queda la poesía para animar.
"Los desiertos del altiplano con las voces que cantaban los secretos impulsos de nuestra raza que eran menos serviles que ahora y menos los laureles de la adulación".
Sólo al ver nuestros museos con piezas, recuerdos esculpidos en otros tiempos y a falta de libros, finísimas láminas de oro donde dicen, la grandeza de nuestros antepasados y muchísimas coincidencias tan extrañas y misteriosas de las que nos enorgullecemos más, cuando la ciencia moderna haya restablecido los eslabones que enlazan el antiguo imperio inca caracterizado por ese símbolo religioso, Sol, que era el alma del incario.
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