Puede sonar raro pero la realidad nos impele a tratar el problema de los conflictos bajo una adecuada administración, mejor todavía si la misma es controlada por profesionales en la materia y desarrollada en un marco de racionalidad y entendimiento pacífico entre partes.
Ya se planteó el tema de algún modo y resulta que para algunos sectores y sus dirigentes, generalmente los más conflictivos, mencionar diálogo y reflexión es una utopía, hay quienes aseguran que las soluciones se dan sólo cuando hay presión, amenazas y finalmente violencia… en algunas circunstancias y debido al orden de reacción de autoridades responsables de atender problemas, las cosas pueden derivar en estos efectos extremos que mencionamos.
Es menester practicar otra forma de relacionamiento entre partes que tienen conflictos, empezando por un compromiso mutuo de escuchar y opinar, dialogar y en su caso debatir pero ordenadamente y bajo reglas formales de respeto mutuo y una demostración práctica de buscar objetivos concretos, esto significa que deben agotarse todos los extremos para armonizar criterios y definir conjuntamente las soluciones más prácticas para cada caso.
Si hay algo que todavía es rescatable es la propensión ciudadana a sostener una cultura de paz que debería extenderse y evitar su rompimiento cuando se rebasan los términos de una pacífica negociación. Los bolivianos no somos expresamente violentos, mientras no se rebasan los límites de la paciencia y la comprensión, por tanto hay que buscar concertación en ese marco del respeto a las leyes y la democracia vigente.
Los conflictos tienen una gradación especial que por su orden circunstancial se originan generalmente en los niveles vecinales o comunitarios, precisamente allí donde las autoridades no cumplen adecuadamente las obligaciones contraídas en campañas electorales o las promesas eventuales en circunstancias de presión, o aquellas responsabilidades que son parte de las expectativas de una población deseosa de vivir mejor, con empleos seguros, con vivienda propia en barrios con adecuado saneamiento básico, con alcantarillado, agua y luz, calles transitables y sobre todo bienestar colectivo, todo esto puede lograrse si se alcanzan objetivos concertados en base a un estratégico tratamiento de los conflictos.
De un tiempo a esta parte somos testigos de algunos hechos preocupantes que no deben alentarse con subterfugios políticos que sólo distraen a la población o la enervan por las condiciones de prolongada espera en la atención de premiosas necesidades. No atender con la oportunidad del caso los problemas de la comunidad desata reacciones que pueden crecer, si además no hay favorables relaciones entre autoridades y protagonistas de protestas para considerar abierta pero pacíficamente las condiciones más viables a soluciones prácticas y estables.
La adecuada administración de los conflictos conlleva decisiones prácticas, estableciendo la viabilidad para negociar dialogando soluciones concertadas que llenen las expectativas ciudadanas, eliminando las condiciones negativas de confrontación entre ciudadanos y Estado o en la otra forma de protesta que surge entre sectores y movimientos sociales, cada cual defendiendo en sus trincheras ideológicas sus propias aspiraciones de bienestar común.
Lo que hay que poner en práctica es una administración de conflictos con apropiada participación de representantes natos de cada sector, que estén en condiciones de cumplir el rol de mediadores, empezando por instaurar un modelo de concertación que elimine fricciones y conduzca a las partes en pugna hacia soluciones de las demandas sociales que se conviertan en políticas de responsabilidad pública.
Fuente: LA PATRIA
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