Dios mío... Dios mío, qué pecado hemos cometido para ser discriminados, humillados, maltratados, vilipendiados e insultados por asambleístas departamentales y otra gente maliciosa.
Ese grupo de personas tiene el firme propósito de destruir Oruro, borrándolo del mapa nacional en base a su desintegración total, para distribuir en pedazos el territorio a los territorios circundantes.
Infelizmente, los representantes en la Asamblea Legislativa Departamental, obran desconsideradamente al creerse con derecho a mancillar el nombre de Oruro, dándonos sopapo tras sopapo, sin respetar al ser humano, los manes de la Patria y la República de Bolivia.
No debemos permitir que en pleno siglo XXI se repita algo doloroso como el habernos impuesto, años atrás, el cambio de nuestra bandera departamental por otra, cuyo significado es estar bajo la dependencia de una monarquía ibérica sojuzgadora.
Los propulsores de esa operación antiorureñista, echaron por tierra la sublevación de indios, cholos y mestizos, contra la dominación española.
Es imperioso restituir el símbolo de libertad, la bandera celeste y blanca, reivindicando a don Sebastián Pagador y otros próceres que derramaron su sangre, salvándonos del yugo español.
Debemos desterrar el odio y violencia que impera actualmente producto de la soberbia con que actúan los asambleístas hasta cometer equivocaciones como pretender cambiar el nombre a Oruro.
En ese contexto, el grueso de la población orureña rechaza el haber puesto otra designación política servilista contraria a normas institucionales y preceptos de la Constitución Política del Estado.
Por tanto, el centro de operación aérea de la zona Este seguirá llamándose Juan Mendoza, como homenaje al primer piloto boliviano, nacido en Oruro.
Por otro lado, señores asambleístas, es preocupante cómo día a día, se reduce la extensión territorial del departamento, manteniendo ustedes, un silencio cómplice, frente a los avasallamientos de zonas agrícolas y mineras que son nuestras.
Tampoco dicen nada sobre la forma de hacer creer que poblaciones orureñas pertenezcan a departamentos vecinos, como es el caso de Tambo Quemado, localidad ya "paceña" según publicaciones periodísticas y oficiales de la sede de gobierno.
No conformes con ello, sin embargo de haberse hecho la representación del caso por parte del Comité Cívico en la gestión del Lic. Niver Montes, el majestuoso Sajama, los paceños lo hacen suyo, conforme registros de prensa y almanaques anuales.
Lastimosamente, en estos días los atropellos a Oruro continuaron, particularmente los días de carnaval, por personas desubicadas que defenestraron la demostración folklórica.
Los ambientes de las Terminales de Buses en el interior y de nuestra ciudad, locales públicos y otros centros de opinión, fueron escenarios de mal hablar de Oruro.
Hubo epítetos y opiniones que dañaron la sensibilidad orureña al calificar como simple "fiesta de borrachos" el antruejo vernacular.
A esas expresiones denigrantes, se sumaron inclusive danzarines venidos del interior, dando rienda suelta a su fogosa alegría entre baile y bebida, sin importarles en nada el espíritu devocional que tiene el carnaval en honor a la Virgen del Socavón.
Como se podrá advertir, hay un desenfrenado interés de propios y extraños para hacer quedar mal a Oruro, lo cual ya no podemos soportar dejando establecido lo siguiente:
"No hay mal que dure cien años cuando la paciencia se acaba".
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