Folklore: el mayor don para la espiritualidad del pueblo
11 feb 2013
Por: Jorge Lazzo Valera
La explicación más completa sobre el término folklore quizá resulta ser muy simple frente a lo que realmente encierra en su aplicación práctica. Muestra inequívoca de ello es el grandioso Carnaval de Oruro, que como un milagro anual, congrega a cientos y miles de bolivianos y extranjeros para demostrar o conocer la riqueza cultural, quienes a la vez son beneficiarios de la paz, armonía y fraternidad que prima entre todos sin distinción de clases sociales, y lo que es más, sin juego ni condiciones políticas.
Así el folklore se convierte en el eje central de la vida y pasión de un pueblo, al ser conjunto de tradiciones, artes y costumbres que se viven desde una pequeña comunidad, una ciudad, un departamento, un país o una nación y con mayor preponderancia en una región, como la nuestra que de forma constante enriquece ese arraigo popular que se transforma en la fe, devoción y fortaleza que vive cada orureño buscando preservar –ante todo- la memoria histórica a través del rescate de los usos y costumbres de sus ancestros.
En la mejor acepción del significado de la palabra folclore, se conoce que ese término fue propuesto en 1846 por el arqueólogo británico William John Thoms, en la revista inglesa Athenauem, en una publicación sobre los “tesoros de la literatura popular, tales como historias, cuentos, mitos y proverbios”. El término “folklore” fue aceptado por la Real Academia Española en 1925 y posteriormente en 1970 se adoptó la grafía folklore, no habiéndose imaginado Thoms la grandiosidad que encierra este término tan popular.
Lo que se rescata del folklore de una región, es que permite aprender lo que el pueblo practica, piensa, desarrolla y hasta ganar experiencia para seguir el camino que construyen nuestros mayores, trabajo por generaciones que muchas veces no es reconocido cuando prima el interés particular antes que el derecho de un pueblo a preservar sus costumbres y tradiciones, asumiendo además el recuerdo y el respeto por quienes ayudaron a construir una cultura que arraigada en el folklore se convierte en el mayor don para la espiritualidad del pueblo.
La lucha de clases sociales con el folklore desaparece y así lo muestra el Carnaval de Oruro, Obra Maestra del Patrimonio Oral Intangible de la Humanidad, tomando en cuenta que humildes y poderosos se reúnen y están viviendo una sola fe para cumplir su promesa de bailar en honor de la Virgen del Socavón, advocación de la Virgen María, para preservar el inmenso amor y cariño que ella prodigó a su hijo que se hizo hombre y vino a redimirnos del pecado, de ese pecado que está vigente en nuestros días que toma cuerpo en la soberbia, egolatría, arrogancia, autoritarismo y hasta el desconocimiento de nuestra historia, para ignorar a quienes construyeron esta Patria Chica que la conocemos como Oruro.
Por ello cambiar el nombre de quienes en su momento histórico recibieron el reconocimiento del pueblo, que es parte del folclore y la tradición popular, es un acto de ignorancia manifiesta, porque primero se debe hacer las obras o construir una región para merecer el reconocimiento, ya que a los hombres se dice que por sus obras se los conocerá y será la manifestación popular la que decida en su momento un reconocimiento.
Impostar la autoridad no sirve de nada, así se diga que “el soberano les dio el voto” para asumir el ejercicio en determinada función pública donde haciendo mal uso de ese mandato y queriendo congraciarse para encubrir errores de una pésima gestión administrativa se busca incluso enfrentar a la población, con el cambio de nombre del aeropuerto, en desmedro de quién en su momento de gloria ofrendó lo mejor de sí a los orureños el 21 de noviembre de 1921 cuando surcó el cielo orureño, me refiero al primer aviador y piloto civil de Bolivia, Juan Mendoza y Nernuldes. Vale la pena aclarar que el nombre del aeropuerto de Oruro data desde su construcción y no se justifica cambiar por llevar a cabo un proyecto de ampliación para convertirlo en internacional y que todavía está en plena ejecución. Las obras tienen que ser entregadas a su conclusión y no a medias como se acostumbraron nuestras autoridades que luego con el paso del tiempo no alcanzan siquiera a efectuar la recepción definitiva de los proyectos.
Ojalá la magnificencia del folklore y la tradición de nuestra noble tierra de los Urus permita reflexionar a las autoridades y tomando de ejemplo la sana convivencia que genera el folclore, sepan que la tradición oral y la historia de los pueblos es el mayor legado de nuestra vida, para preservar una identidad y tener plena personalidad para asumir el desafío de seguir construyendo un Estado Plurinacional, rescatando lo que nos legaron nuestros abuelos y las tradiciones y leyendas de nuestros antepasados, como se pregona hoy cada día para recuperar la vigencia plena de nuestra cultura.
(*) Periodista
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