Mali: Un nuevo peldaño de la expansión del fundamentalismo musulmán
03 feb 2013
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
Las grandes potencias de la OTAN siguen recibiendo de su propia medicina y no acaban de escarmentar. Al destruir el sistema de gobierno de Libia y desmembrar el país en dos grandes regiones: Tripolitania y Cirenaica y muchas microrregiones gobernadas por líderes locales tribales, abrieron la “caja de Pandora”, posibilitaron que las armas que proporcionaron a los rebeldes libios para el derrocamiento de Muamar Gadhafi, y las obtenidas de los arsenales de éste después de la sangrienta guerra civil, hayan sido distribuidas a distintos grupos fundamentalistas de África del Norte y de Siria para la continuación de su “Guerra Santa” moderna dirigida a la expansión de la religión musulmana en su versión más reaccionaria, la más intolerante y sanguinaria, la que pretende imponer la “sharia” a sangre y fuego en todo el planeta, es decir establecer un califato mundial. Ya lo dijo el entonces líder libio Muammar Gaddafi en marzo del 2011: “Yo personalmente juego un papel estabilizador en la región de África. Si la situación en Libia es desestabilizada, Al Qaeda mandará aquí. Libia se convertirá en el segundo Afganistán y los terroristas llenarán Europa”.
Mali es un Estado ubicado entre el norte y el centro de África, caracterizado por ser uno de los países más pobres del mundo, está partido en dos entre un norte controlado por una nebulosa de grupos islamistas asociados a un ala dura de los tuaregs, los habitantes del desierto, y un sur gobernado por una administración producto de un golpe de Estado. Este golpe, que sucedió en marzo de 2012, fue dirigido por un grupo de militares que derrocó al presidente constitucional Amadou Toumani Touré, al que le reprochaban debilidad frente a la rebelión de los tuareg en el norte. En abril del año pasado, Dioncounda Traoré, presidente del senado, reemplazó a la junta militar y asumió como presidente interino, reforzando la lucha contra los islamistas radicales, que fueron extendiendo su poder territorial hasta controlar hoy casi el 65 por ciento del país, poblado por unos 14,5 millones de habitantes. A fines de mayo, los rebeldes proclamaron el Estado Islámico del Azawad y adoptaron la sharia como "ley fundamental".
Ante una situación tan grave, el 11 de enero, Francia optó por enviar sus tropas a Mali, su ex-colonia, respondiendo a un pedido expreso de su gobierno para "frenar el avance del terrorismo islámico". Y al parecer, la intervención francesa en Mali fue el detonante para que un grupo extremista islámico, escindido de la ya durísima Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y conocido como "Los que firman con sangre", ataque ferozmente una planta gasífera en el desierto de Argelia y tome cientos de rehenes. La acción fue de una magnitud sangrienta (una cincuentena de atacantes armados “hasta los dientes” que toman una planta ubicada en el corazón económico de Argelia, en la que se encontraban más de 600 personas), con el saldo de 70 muertos, luego de que Argel, leal a su tradición de máxima dureza ante el radicalismo islámico decidiera exterminar a los fanáticos fundamentalistas.
En los últimos días París recibió un apoyo expreso de muchos países europeos y Estados Unidos, que proporcionaron apoyo logístico con aviones de transporte y pronto ayudarán con armas y hasta soldados en vista del agravamiento de la situación. Lo que no saben, o no quieren entender, es que la intervención extranjera, en la que participarán también soldados de otros países africanos será larga y costosa, ya que los rebeldes cuentan con el apoyo económico y militar de Libia y otros estados, ayer laicos y hoy reconvertidos al islamismo. En todo caso, es evidente que alguien tiene que poner freno a los islamistas radicales, porque en la actual situación representan un mayor peligro para el mundo que la propia OTAN que, de por sí, es históricamente agresiva y hegemonista. Es importante recordar a los supuestos progresistas de izquierda, que todo el tiempo vociferan contra las grandes potencias imperialistas y sus lacayos de manera rutinaria y con clara falta de racionalidad, que hay que “saber diferenciar la paja del trigo”. Aunque no se pueda creer, el enemigo mayor de la Humanidad hoy es el monstruo terrorista musulmán, capaz de los peores crímenes, culpable de los mayores actos de intolerancia después de la nefasta Inquisición, los regímenes feudales del pasado y el fascismo alemán.
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