Jueves 24 de enero de 2013
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El 16 de este mes, el diario venezolano El Universal informó sobre un hecho terrible que sucedió en el estado de Táchira: “José Alberto Alviárez, de 40 años, asesinó a su madre Eduvina Alviárez Suárez, de 80, en un ritual religioso que, según confesó, fue ordenado por Dios para lograr la recuperación absoluta (de la enfermedad) del presidente Hugo Chávez”.
Por lo general los fanáticos políticos o religiosos, es decir los aquejados de una “mezcla altamente explosiva de extremismo e imaginación” (Herber Von Karajam. 1908-1989), tienen la tendencia a auto inmolarse. Esto sucede, por ejemplo, con los fedayines en las “guerras santas”. Pero, en este caso, no se trató de un combatiente que haya ofrendado su vida, sino de un lunático que “entregó” a Dios la de su madre, a cambio de la salud de su moribundo presidente.
El crimen cometido en Táchira es el resultado –sin negar que hubo una altísima dosis demencial– del creciente fanatismo inducido por el endiosamiento del caudillo. Esto se ha hecho aún más evidente con el dramático trance en que es probable que –como anuncian varias fuentes de información– el presidente Hugo Chávez Frías ya esté en la fase terminal de la grave enfermedad que le aqueja.