Los dos primeros mandatarios del Estado Plurinacional se han pronunciado en contra del libre pensamiento. Ya lo sabíamos. Desde los primeros momentos de la conquista del poder, quedó claro que jefe solo hay uno, que la asamblea legislativa plurinacional es una e indivisible, que los jueces, fiscales y otros funcionarios públicos han de obedecer como reclutas, que los disidentes son prácticamente arrojados al infierno. A estos y otros siervos de la gleba no se les permite pensar por sí mismos.
Los que ahora mandan quieren que este aspecto fundamental del “cambio” nos sitúe a los demás ciudadanos, en el “no tiempo” que ha propuesto el Sr. Canciller, David Choquehuanca. Así que hemos llegado a la edad feliz del “no tiempo”. Algo así como los irracionales que no piensan, sino que obedecen al instinto. Y si, en efecto, estamos en ese limbo, prescindiremos del calendario, del tictac del péndulo o de las agujas del reloj de pulsera. Prescindiremos de la memoria que guarda el recuerdo de aquello que sucedió en un tiempo determinado; esto es vivir mejor. Resulta mucho más cómodo que pensar, reflexionar, hacer trabajar al cerebro humano, actuar, comprometerse o quedarse inerte.
Con este profundo cambio no existiría ni el hoy, ni el mañana ni el ayer. La supresión radical de la noción de tiempo acabará en un galimatías mental inextricable. Llegados a las últimas consecuencias, tan dilectas por algunos señores del cambio, tendríamos que liberarnos del paso de los años. Pues bien, tampoco habría libertad para pensar, como los simios que obedecen al instinto y no a la razón.
Traducido a la dimensión política, vamos bien. El cambio que pretende imponer el Gobierno, es el retroceso al instinto, al “centrismo democrático”, otra de las deslumbrantes ocurrencias del Sr. Vicepresidente Linera. O, dicho de otra manera, es la dictadura del jefe, que ya pensó por ti y al que no tienes más remedio que obedecer. Se acabaron las elecciones libres y secretas. Ya no son libres sino predeterminadas. Ni son secretas porque el jefe ya decidió el resultado.
Es sabido que al vicepresidente le deslumbran las paradojas. La última que ha dado a conocer es el centralismo democrático. El sometimiento al pensamiento único. El Gobierno centralista ya lo pensó “democráticamente” por ti. Convéncete: no tienes derecho a pensar y mucho menos a protestar ni a disentir. Hemos llegado al “no tiempo” del rebaño. Al “no tiempo” del “beeee” comunitario, al que se resiste la presidenta saliente de la Cámara de Diputados, Rebeca Delgado (MAS), una brava parlamentaria que ha complementado la trilogía moral de los ancestros. A esos preceptos la diputada Delgado les añadió el ama llunku, no seas servil. Para comprender mejor esta novedad, copio el artículo octavo de la Constitución Política del Estado:
“El Estado asume y promueve como principios éticos y morales de la sociedad plural (los siguientes preceptos) ama qhilla, ama llulla ama suwa”. Mandamientos que, traducidos al castellano significan: no seas flojo, no seas mentiroso, no seas ladrón.
En vista de la voluntad presidencial de eliminar la libertad de pensamiento, la presidenta saliente de la Cámara de Diputaos, Rebeca Delgado (MAS) tuvo el gesto desafiante y valeroso de ampliar la trilogía moral de los ancestros con este nuevo precepto: ama llunku, es decir, no seas servil, que, aplicado al caso que comentamos en esta columna, se entiende como dejar de ser esclavo de la voluntad incuestionable del jefe autoritario. En otras palabras, ser libres como auténticos hijos de Dios.
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