Luís Cardoza y Aragón I

A finales de los 90 o principios de los 2000, en una de esas interesantes y ya inexistentes ferias del libro mexicano que hacía el dilecto Oky Vega, ya sea en el hall de la biblioteca municipal de La Paz o en algún otro sitio, me enteré –foto mediante– de la existencia de un libro, publicado en el DF bajo el sello editorial de ERA, llamado Sólo venimos a soñar. En él, su autor, el poeta argentino Jorge Boccanera trazaba una semblanza imaginativa y amena, plagada de sabrosas anécdotas, citas exquisitas y datos relevantes de la vida y obra de uno de los escritores más creativos de América, el guatemalteco Luís Cardoza y Aragón.

Tras muchas e infructuosas búsquedas por los andurriales librescos, yo no había podido dar con el libro de Boccanera, así que, en cuanto tuve su confirmación de asistencia al Festival, me tomé la libertad de encargarle un ejemplar, si es que quedaba alguno en alguna parte. Me respondió que el libro estaba agotado hace mucho, pero que buscaría alguno en su biblioteca o, llegado el caso, en esas verdaderas arcas de Noé que son las librerías de viejo de Buenos Aires, donde él vivía y vive todavía.

Llegó la semana del festival. Hicimos lecturas, talleres, entrevistas, presentaciones de libros, caminamos por las calles de La Paz, compartimos almuerzos, cenas y uno de esos días nos subimos a una flota y nos vinimos a Oruro. Aquí hicimos más de lo mismo, amén de otras como el campeonato de futbolín en las canchitas de la avenida cívica el día de la Anata. Nos quedamos al carnaval, claro, y recibimos globazos que mojaron nuestras pelucas coloradas. Pero ya el festival, al menos su parte “oficial”, había terminado y sólo quedaban uno o dos días para disfrutarlos entre amigos.

Para entonces Jorge ya me había entregado el ejemplar dedicado de Sólo venimos a soñar y, una noche, caminando por la plaza Castro de Padilla rumbo al hotel, me narró las razones de su admiración y cariño por la obra de Cardoza y Aragón y me recomendó con entusiasmo, dada la común fascinación por la obra del guatemalteco, que lea cuanto antes su autobiografía, un grueso libro de casi mil páginas llamado El Río. Esa misma noche –internet mediante– comencé la búsqueda del libro. Cuán lejos estaba de saber que conseguirlo hilvanaría una larga e intrincada historia a lo largo de mil días e involucraría sitios como Rosario, Córdoba, Granada, Tegucigalpa y el DF.

(continuará)

Benjamín Chávez

Fuente: LA PATRIA