Viernes 18 de enero de 2013
ver hoy
Viajar al Primer Mundo nos confronta con una realidad diferente. Las comparaciones con nuestro país son inevitables.
Encontramos Estados serios, que planifican y cumplen lo planificado. Nos encontramos con la democracia auténtica y una clase política superior, que hacen constituciones y leyes que son verdaderos contratos sociales al estilo Rousseau, nacido del consenso popular. Encontramos una sociedad y un Estado que cumple las leyes, por grandes o pequeñas que sean, usando la fuerza legítima si fuera necesario. Encontramos ciudades limpias, ordenadas y ciudadanos que respetan a niños, ancianos y minusválidos.
Y no se trata de deidificarlos, porque también ellos cometen grandes errores, pero son de lejos naciones con niveles de evolución económica, política y social muchísimo más elevadas.
Es sólo volver al País para comenzar a notar las diferencias. El contacto con migración y la aduana nos hace volver a la realidad. Luego comenzamos de nuevo a interactuar con un Estado poco serio y sin planificación, con una clase política poco ilustrada, que no entiende ni respeta la democracia. Clase que llegó al extremo aberrante de hacer la constitución en un cuartel militar matando gente, que no representa ni de lejos un verdadero Contrato Social. Nos encontramos con una sociedad de “vivos”, que no cumplen las leyes, ni siquiera las de tránsito. Nos encontramos con ciudades donde la limpieza y el orden no es su principal virtud. Encontramos un Estado que no respeta a los menos favorecidos de la sociedad, donde la policía apalea reiteradamente a minusválidos (El País de España 25-02-12).