Domingo 13 de enero de 2013
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La herencia que deja el coronel Hugo Chávez no es para envidiar. La situación económica de Venezuela es catastrófica. Nicolás Maduro, el heredero político del chavismo, si desea preservar el andamiaje populista y socialista tendrá que hablar más pronto que tarde de austeridad, un adjetivo que no tuvo cabida en el lenguaje de Chávez que gastó a manos llenas los petrodólares para crear una falsa ilusión del bien vivir y apuntalar con generosa billetera a Cuba y países a los que atrajo hacia el bolivarianismo.
El torrente de petrodólares provenientes de la exportación de crudo –que aporta con el 50 por ciento de los ingresos externos- ya no es suficiente para mantener la falsa ilusión del bien vivir.
Los informes independientes hacen saber sobre la creciente escasez de artículos de primera necesidad de la canasta familiar, generada por la incapacidad de la agricultura y ganadería venezolanas de atender las necesidades del consumidor. Venezuela importa más de lo que produce.
El desequilibrio ha dado lugar a la aparición del mercado negro, alimentado por la disparidad del cambio de dólar estadounidense que, oficialmente, tiene una cotización de cuatro bolívares mientras en el paralelo se comercia en 14 y más. El bolívar está sobrevalorado y en las actuales circunstancias es inevitable su desvalorización. La inflación está situada entre el 18 y 20 por ciento.