Jueves 10 de enero de 2013
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Se ha vuelto a posesionar en el noticiero de la prensa nacional el famoso tema del acullicu, sin que hasta el día de hoy el Gobierno, aparte de informarnos sobre la incruenta batalla que está librando a nivel internacional para legalizar el masticado de la hoja de coca y, con esa reserva, la reinserción de Bolivia en el seno de la Convención de las Naciones sobre estupefacientes, a la cual renunció en junio de 2011, nos explique las verdaderas ventajas científicas de esa “ancestral” práctica.
Resulta que según las autoridades de Gobierno, ahora se reclama un total de 30.000 hectáreas, como superficie autorizada para este cultivo, lo que significa que éstas crecen de forma inversamente proporcional al cuadrado de los pijchadores o masticadores y no al contrario. Tal desfase, sumado a la certidumbre de que la coca del Chapare no es apta para la masticación, da pábulo a pensar que quienes afirman-incluyendo la ONU- que el excedente alimenta al narcotráfico, están en el camino correcto.
Se nos ha informado que, a fin de evitar suspicacias, hace seis años se encargó la elaboración de un estudio que determine la cantidad de hectáreas que Bolivia necesita para cubrir la demanda de los masticadores. Bastaba añadir una simple pregunta al censo realizado en noviembre de 2012, para allanar un 80% de lo que pretende dicho ensayo. Empero, hasta hoy, no se conoce por qué dicho documento no ha sido dado a luz y el motivo por el que éste se halle durmiendo el sueño de los justos, ante la sospechosa actitud permisiva y condescendiente de los funcionarios de las Naciones Unidas, que hacen mutis por el foro.