Patentízase, en el plano de la realidad, la ausencia de una verdadera diplomacia, o sea de una verdadera política internacional ‒no “interplurinacional”‒, en Bolivia. Y este motivo es precisamente una de sus causas, pues bien, la política internacional de una nación no es sino la expresión de su estructura, de su constitución, de su forma. Hoy, al estar esa estructura, esa constitución y esa forma desmedradas por la dispersión y, por ende, la debilitación que la falsa postura del “Estado Plurinacional” infiere a la nación boliviana, o sea a la unidad espiritual y política, a sus valores y cualidades, amén de atributos históricos; debe estar, en consecuencia, desorientada, descarriada también su política internacional.
No existen, ahora, las bondades asaz importantes para un país, que la diplomacia debe brindarle. Esta disciplina, este arte de las relaciones de co-estar entre las naciones del mundo, ha sido edificada para hacer buenamente posible la coexistencia de las colectividades que se reúnen bajo el manto de la nación; para negociar y acordar pactos solemnes, tratados o sea acciones concretas que beneficien a los pueblos. Aquí entra, además, el atributo mayor de ser leal a la palabra, al compromiso que, en aquellos instrumentos, profieren las naciones mediante sus representantes diplomáticos.
No parece entenderlo así, lamentablemente, el Presidente Evo Morales, y, en lugar de ceñirse a los preceptos de la diplomacia arriba esbozados, exige a sus agentes diplomáticos “expresar (la posición) del Estado Plurinacional”, conforme ordenó a los susodichos agentes, y conforme cita LA PATRIA, en su edición de 14/12/12. Empero el “Estado Plurinacional” es, no, ciertamente, porque algo que carece de espíritu, algo que, antes, medra a la nación boliviana que es el espíritu del Estado boliviano, algo que se asienta o, mejor, usurpa en una realidad histórica ‒la República de Bolivia‒, algo así, digo, no puede ser. Significa, no “es”. El “Estado Plurinacional”, entonces, significa una postura política intestina, una invención baladí, una consigna absurda, no es. Existe, empero no es. El Ser, en cuanto puede elevarse a lo colectivo, es la Nación. Lo demás es la materia.
Así, el antedicho “Estado Plurinacional”, en su condición de consigna de intereses, no puede ser el motivo de acción de nuestros agentes diplomáticos, ello equivaldría a que éstos tengan que “expresar” a tal o cual sindicato cocalero; a tal o cual “movimiento social”; a tal o cual “partido político”. Con menor, mucho menor daño y perjuicio para Bolivia, porque no dañaban su Ser, como lo hace la impostura “plurinacional”, habían incurrido en este yerro importantes estadistas bolivianos del anterior siglo, error que don Alberto Ostria Gutiérrez, diplomático nacional, refería de la siguiente manera:
“Finalmente, en la ancianidad ya o arrebatados por la muerte sus grandes caudillos ‒Montes, Salamanca, Saavedra‒ que, siguiendo una táctica usual, habían puesto en algunas ocasiones la política internacional al servicio de la política interna, se hacía indispensable la definitiva separación de ambas, o sea la realización de una política auténticamente internacional, no al servicio de los partidos, sino al servicio exclusivo del pueblo boliviano”.
Para el Presidente Morales Ayma, la misión de los representantes diplomáticos de Bolivia es la de propagandistas, voceros de la inconducta del gobierno en tránsito por Palacio Quemado. No, esa no es la misión de un diplomático, no puede serla. Este procedimiento, el de subordinar la diplomacia a los intereses partidarios, es propio de los regímenes totalitarios, megalómanos; no es, con mucho, nuevo en el escenario mundial ni en el nacional. Empero sí llama la atención, llama en realidad a preocupación, el estado famélico de la diplomacia boliviana, si es que hoy existe. Pretéritos regímenes autoritarios, una dictadura, verbigracia la de Germán Busch, reverenciado por unos y execrado por otros, con observar los caracteres propios de tal o sea de una dictadura, respetó la solemnidad histórica de que es titular nuestra diplomacia, y no la atestó de lacayos, antes bien, convocó a insignes hombres públicos para dirigir la Cancillería de la República; primero a don Eduardo Diez de Medina, en quien, según Frontaura, había depositado toda su confianza por los insignes servicios que había prestado a la nación, y en este período, nuestro representante diplomático, el mismo Diez de Medina, pudo negociar y firmar el Tratado de Paz, Amistad y Límites, suscrito entre las repúblicas del Paraguay y Bolivia, Tratado que puso formalmente fin al conflicto del Chaco, y que la Convención Nacional ‒el Parlamento‒, aprobó con representación, inclusive, de la clase trabajadora e indígena.
Sucedió al canciller de Busch otro eminente diplomático, don Alberto Ostria Gutiérrez y éste consagraría, después y ya en otro tiempo, la magnífica obra ferrocarrilera que estuvo orientada a impulsar el desarrollo del Oriente boliviano con la construcción y puesta en marcha del ferrocarril Santa Cruz-Corumbá, para conectarnos con el Atlántico, y también tender las líneas para comunicarnos con la Argentina, vías éstas, en especial la de Santa Cruz-Corumbá, que desde este punto continúa hasta Santos, puerto brasileño en el Atlántico, estaban orientadas con una profunda estrategia nacional; la de ser Bolivia centro de convergencia continental y comunicar el océano Atlántico con el océano Pacífico. Toda esta obra no hubiera sido posible, amén de otras de no menor importancia, realizadas por repúblicos eminentes en el pretérito siglo, si la idea de lo que es Nación, de lo que es diplomacia, hubiera sido como la que domina hoy en el Gobierno de Morales Ayma, o sea, si no hubiera sido.
Cabe decir aún, que en materia de comunicación vial, la férrea que se orientaba a comunicar los dos océanos de Latinoamérica, está ‒lo estuvo desde el anterior siglo‒ casi terminada. Apenas un no largo trecho entre Santa Cruz y Cochabamba corta la comunicación interoceánica, súmase a esto, empero, el deplorable estado del ferrocarril en varios sectores de esa vía, y acaso la ausencia en algunos de ellos. Con todo, empero, lo macro está hecho, falta apenas lo micro y parece que los modernos gobiernistas no son capaces de realizarlo. Incluso esto del ferrocarril es una buena idea para comunicar el Beni con Cochabamba, por múltiples factores.
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.