Oruro, una ciudad dignamente concebida como tal, hasta los años 90 se conservaba como la diseñaron sus creadores, con: plazas, parques, avenidas, calles, centros asistenciales, de salud, sociales, de diversión, de abasto, medios de transporte, servicios básicos (agua, alcantarillado y teléfono y energía eléctrica), en fin, con todos los requerimientos necesarios, los que se hallaban siempre limpios, aseados y pulcros, que le permitieron en varias oportunidades y ocasiones, ganarse el título de “Primera Ciudad de Bolivia” y que permitían a sus moradores vivir cómoda y orgullosamente.
Pero con el devenir del tiempo, todos los títulos ganados por Oruro, con el esfuerzo de los orureños y de muchos migrantes, extranjeros y nacionales, que por razones de trabajo se establecieron en ésta capital, se están perdiendo, por obra y gracia de sus propias autoridades nacionales y regionales, quedando nuevamente relegada a último plano, como siempre ha sido la suerte de ésta bendita tierra de Sebastián Pagador, que en sus años de gloria, era la “Alta tierra de los Urus, y la enamorada del gringo y del gitano”.
Su cosmopolitismo atraía a miles de personas, que se sentían felices de estar en Oruro; hoy en día, nuestra ciudad hasta es vilipendiada por gentes sin sentimiento, que sólo buscan figuración por interés personal, creando malestar y denegación generalizada de autoridades y población en general contra los intentos de descrédito del Carnaval de Oruro, manifestación folklórica destacada en todo el Mundo y declarada por la UNESCO, como: Obra Maestra y Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, lo que jamás lograrán imitar, ni equiparar con otras expresiones festivas que se desarrollan en diferentes ciudades del país y el extranjero, pese a los esfuerzos que realizan, porque el Carnaval de Oruro, tiene esencia legítima y propia como fiesta religiosa.
Sin embargo de todo ello, es menester de autoridades y población orureñas, hacer un examen general, sobre la situación que actualmente atraviesa nuestra ciudad, donde producto del desmedido crecimiento mercantil, principalmente, avenidas y calles de la ciudad están invadidas de comerciantes: más informales que formales, particularmente en la zona Este, donde habilitaron las viviendas como tiendas comerciales, mientras las aceras también han sido convertidas en puestos de venta, impidiendo el libre tránsito de peatones, cuyas vidas corren verdaderos peligros, cuando deben bajar a las calzadas para continuar su caminata, que también está impedida por el estacionamiento y circulación de la enorme cantidad de vehículos motorizados existentes.
Esta realidad, al parecer hace que las autoridades correspondientes (municipales) se hagan de la “vista gorda” para evitarse enemistades con el “poder” que ejercen los gremiales y no perder el respaldo que les brindan; lo contrario significa la amenaza de movilización de sus masas, para que con o sin motivo, exijan la inmediata destitución “de quién ha osado tocar los intereses de alguno de sus afiliados”, como ocurrió con el ex Intendente Municipal, que “puso el cascabel al gato” , por precautelar la salud de la población, dejando al descubierto que en una confitería céntrica se expedían alimentos preparados con productos en mal estado.
El funcionario que también perdió la confianza del Sindicato de Trabajadores Municipales, por haber también “tocado intereses personales”, realizando cambios a varios administradores de mercados y otros, desarrollaba una tarea, quizá la más acertada y valiente, al despejar los espacios destinados a la población en general, en mercados, avenidas y calles, obligándoles a los comerciantes a sujetarse a las normas municipales en cuanto a ocupación de espacios se refiere; vale decir, que las vendedoras ubicadas en las calles: Bolívar, Adolfo Mier, Junín, Ayacucho, desde la Velasco Galvarro hacia la Tacna, ordenaron sus puestos, dejando las aceras, en muchos casos, expeditas para la circulación peatonal y vehicular, aunque echando “maldiciones” contra la exautoridad municipal. Otro logro alcanzado, fue que la exposición de bebidas alcohólicas por las comerciantes situadas en la calle Rajka Bakovic entre Ejército Nacional y Junín, ya no sea tan abierta al público, sino que estén en el interior de sus tiendas, las que se encuentran vacías. Esa medida valiente, no ha merecido el respaldo de las autoridades del Ministerio Público, ni de otra autoridad municipal, de la Gobernación, ni de la Policía, seguro por intereses políticos, empero la ciudadanía nuevamente ha quedado decepcionada, al ver invadidas las aceras por los comerciantes, que velan sus propios intereses, dejando a la población huérfana de la protección municipal. Otro tanto ocurre con talleres mecánicos y de otra índole.
La población espera que éste año 2013 sea reparador y que las autoridades municipales, se impongan ante los caprichos de dirigentes y gremialistas, para centralizar la actividad comercial en los centros de abasto o mercados, dejando las aceras de plazas, parques, avenidas y calles en general expeditas al tránsito peatonal, de modo que Oruro pueda recuperar el sitial que le corresponde como ciudad digna y merecedora de mejor suerte, porque “aquí no preguntan de dónde viene el hombre, si trae en las manos la crispación dichosa del trabajo”.
(*) Periodista
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