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Domingo 06 de enero de 2013

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Revista Dominical

Una crónica azul cielo

El villancico, cantarcillo popular que se hizo cortesano y navideño

06 ene 2013

Fuente: LA PATRIA

Por: Ángel Torres

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Al escuchar un villancico, tal como lo conocemos, enseguida lo asociamos a la Natividad del Señor y todo lo que esta fiesta de la cristiandad implica, devolviéndonos, fugazmente, a los dorados años de la infancia y la niñez, por mucho de que esos cortos años de vida no hubieran sido áureos ni plateados para muchos; pero ahí está el villancico como algo propio de la Navidad.

Apreciable número de estos cantarcillos son de antología universal.

El villancico, sin embargo, no fue creado rigurosamente con temática navideña, o religiosa, sino como cancioncilla del pueblo para su esparcimiento, expresando primigeniamente temas de la vida diaria, de preferencia, amoroso, y, dentro de tal ámbito, las confidencias de una hija moza a su madre en torno a penas y reclamos de amor, en algo parecido a la temática de las Cantigas de amigo de la tradición galaico-portuguesa. Lope de Vega diría en su tiempo: Sin niña y sin madre no hay cantar.

De cancioncilla popular de dos, tres y cuatro versos, las dos primeras refiriendo a veces un refrán, también un estribillo, ganó los salones cortesanos gracias a poetas cultos que supieron recogerlas, previo tamiz literario y hasta musical; ocurriendo algo parecido en su adaptación a los cánticos religiosos en honor de la Virgen María o su hijo Jesús. Sólo con el paso del tiempo se tornaría navideño, no sin dar lugar a la formación de otras expresiones de canto popular, como la seguidilla, la copla, la tonada, etc.

ESTIRPE LITERARIA

Lo más sorprendente es que el villancico tiene una grave estirpe literaria, reafirmada en 1948, cuando Samuel Miklos Stern dio a conocer una veintena de jarchas mozárabes o letrillas de dos y más versos, semejantes a la estructura de los villancicos, de cuyo estudio la lírica popular hispano resultó más antigua de lo que se suponía hasta entonces.

Dámaso Alonso, siguiendo a Menéndez Pidal en el estudio de las jarchas recién descubiertas, concluyó en que “el núcleo lírico popular en la tradición hispánica es uno breve y sencilla estrofa: un villancico”, conmocionando el esquema clásico de punto de partida de la lírica castellana.

Antonio Sánchez Romeralo, en un inapreciable estudio sobre la lírica popular en los siglos XV y XVI, precisó que “Villancicos, cantigas de amigo galaico-portuguesas y jarchas mozárabes, son ramas de un mismo tronco: la lírica castellana tradicional”.

No obstante de tal linaje literario, el villancico aún no tiene historia completa, pero sí muchísimos como eruditos estudios en la Península Ibérica, confrontando todos el problema, entre otros, de no poder determinar el origen del vocablo villancico,

HISTORIA INCIERTA

Denotando la lejana antigüedad del villancico, lo mismo que su evolución el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su más reciente edición, obviando lo histórico, registra tres definiciones de villancico; 1.- Cancioncilla popular que frecuentemente servía de estribillo, 2.- Cierto género de composición poética con estribillo, y 3.- Canción popular, principalmente de asunto religioso que se canta en Navidad y otras festividades.

Una definición menos ortodoxa pero más aproximada a su comienzo, dice; “Villancico: canción popular cantada por los villanos cuando están de solas, con acompañamiento de laúd, vihuela o guitarra”; consiguientemente, villanciquero -que parece despectivo-, se denominaré al que lo canta, o compone.

En el curso de siglos, la palabra villancico ha dado origen a otros vocablos como villancillo, villancete, villanesca, etc., de significación más o menos parecida, terminando por consagrarse sólo como villancico.

Siendo que en sus primeras expresiones y durante bastante tiempo no fue cantar navideño, ni religioso general, en sus adaptaciones a lo divino dio lugar a la especificidad de Villancicos eclesiásticos de Nochebuena, de Reyes, Corpus Christi, etc., distinguiéndolos de los villancicos amatorios y diversidad temática diaria, principalmente a partir del siglo XVII.

Si ya el mencionado Sánchez Romeralo, precisaría en 1969 que “el villancico es la canción popular del Renacimiento, de origen e historia inciertos o ignorados, conservada por la tradición popular”.

DOS TRADICIONES

El villancico tradicional ha pervivido y llegado a la Edad Moderna mediante distintas fuentes y vías, la más plausible, la vía oral, pasando a escrita gracias al refinado gusto de los poetas cortesanos.

De donde se infiere la existencia de dos tradiciones de villancico: la estrictamente popular, transmitida de padres a hijos, y la cortesana y culta, es decir, reelaborada artísticamente en sus versos por los bardos.

El contacto del villancico con la religión fue obra de eclesiásticos, con finalidades de catequesis y de moralización.

La reelaboración poética del villancico supuso la Glosa o desarrollo de los versos originales de la breve cancioncilla, en versos nuevos hasta constituir estrofas y concluir, a veces, en la repetición de los dos primeros versos, como en estribillo, observando la estética y rimado técnico.

Los eruditos distinguen con facilidad las diferencias entre villancico popular, popularizante y culto; en el segundo caso, casi siempre como reelaboración artística del primero; y el villancico culto, como creación propias o nueva, con sujeción a las leyes de la métrica y uso de lenguaje sin giros populares.

Si bien se ignora el origen del vocablo villancico, al igual que el tiempo probable de su aparición durante la Edad Media, hacia 1500, este cantarcillo pareció carecer de nombre propio, sin que en el pueblo y los poetas cortesanos dejasen de cultivarlo, y los religiosos “enderezarlo” o elevarlo a lo divino. Se puso de moda durante el gobierno de los Reyes Católicos.

LOS “CANCIONEROS”

El rescate del nombre de villancico, quizá su redescubrimiento, ocurrió en un momento estelar de la vida pública en España, el siglo XV, que fue de cambios políticos y sociales, de afirmación del poder real.

A mediados de ese siglo, algunos hombres de letras, se dieron a la tarea de conformar colecciones de poesía, las primeras en el género, pues, no hay noticia de que antes se hubiera intentado. Se trata de compilaciones antológicas de poesía culta, sin que alguna tuviese el nombre de villancico.

A esas colecciones de poesía se da el nombre de Cancioneros, así el primero conocido en España es el del judío converso Juan Alfonso de Baena, hacia 1445, dedicado al rey don Juan II.

En antologías posteriores, ya dentro de la segunda, mitad del mismo siglo, aparecen unas letrillas o versos sin estructura métrica, más bien de cancioncillas, que tampoco tienen nombre.

Los primeros cantarcillos que aparecen con el nombre de villancicos, de todos les conocidas, son cuatro, atribuidos al marqués de Santillana (1398-1458); también a Suero de Ribera. Los textos asignados al primero, llevan el título de “Villancico que hizo el marqués de Santillana a unas tres hijas suyas”, que refiere el canto de tres damas jóvenes en una pradera, mientras alguien, que pudo ser poeta, los escucha:

Aguardan a mí

Nunca tales guardan vio

La ninya que los amores ha

¿cómo dormirá sola?

Dexaldo al villano pene;

vengar m’he Dios-delle.

Al presentarse el desconocido a las tres damas, estos le hacen saber que no es por él que cantan y suspiran de amor, de modo resignado canta él como despedida;

Sospirando va la ninya

e non por mí,

que yo bien le entendí.

Eruditos como Sánchez Romeralo sostienen muy fundamentamente que esos villancicos no son de Santularia, ni de Ribera, sino anónimos.

En 1463 aparece el Cancionero de Herbera, en el que se encuentran, entre cantarcillos cultos, algunos de corte popular que llevan el nombre de villancicos, uno, como el siguiente:

Si d’esta escapo

sabré qué contar;

non partiré dell’aldea

mientras viere nevar.

Una mosuela de vil semejar

fízome adama de conmigo folgar;

non partiré dell’aldea

mientras viere nevar.

El siglo XV se cierra con le aparición de otros cancioneros, como el de Lope de Stúñiga, de Fr. Ambrosio de Montesinos, Juan del Encina, un Cancionero General, el del Museo Británico y el Cancionero de la Biblioteca Colombina (que fue de Fernando de Colón), al que pertenecen estas hermosas cancioncillas:

Recordad, mis ojuelos verdes,

ca la mañana dormiredes.

Aquel caballero, madre,

tres besicos le mandé;

creceré y dárselos he.

Una muestra de villancico que comienza con un refrán y continúa en estrofas, corresponde también al Cancionero de la Biblioteca Colombina, referido por Sánchez Romeralo:

Niña y viña, peral y habar,

malo es de guardar.

Levánteme, oh madre,

mañanica clara;

fui a cortar la rosa,

(la rosa) florida.

Malo es de guardar.

Levánteme, oh madre,

mañanica clara;

fui cortar la rosa,

la rosa granada.

Malo es de guardar

Viñadero malo

prenda me pedía;

díle yo un cordone,

díle yo mi cinta.

Malo es de guardar

Al entrar y parte del nuevo siglo aparecen otros cancioneros. Las letrillas populares que contienen, se llaman villancicos. Los poetas cultos las reelaboran o componen otros versos. El villancico está de moda.

Se trata de composiciones anónimas que no tardan en ser musicalizadas y adaptadas a finalidades religiosas por Maestros de capilla.

No todas las composiciones populares se identifican como anónimas, pues, hay villancicos que llevan algún nombre, dando lugar a confusiones. Era costumbre que cuando un poeta escribía la letrilla de una canción, ponía su nombre, pero al ser musicalizada sólo se inscribía el nombre del músico, suprimiendo la identidad del poeta.

DE LO MUNDANO

A LO RELIGIOSO

El villancico recoge temas religiosos gracias a la obra de sacerdotes-poetas, inicialmente en la forma de transformación de algunos términos mundanos por expresiones de religiosidad, pero no propiamente de motivos navideños. Se trata del arreglo del sentido malicioso de algún villancico vulgar a uno de asunto religioso. Dice un cantarcillo popular:

Enemiga le soy, madre,

a aquelo caballero yo.

¡Mal enemiga le soy!

El mismo villancico, “enderezado” a lo religioso, refiere:

Muy amiga le soy, madre,

a aquel Jesús que nació:

más que a mi le quiero yo.

Fray Iñigo de Mendoza, al modificar un villancico mundano de dos versos, transforma el original de “Eres niña y has amor,/ ¿qué harás cuando mayor?”, en un cantar a Jesús; “Eres niño y has amor,/ ¿qué harás cuando mayor?”

El poeta culto Juan Álvarez Gato (1440?-1509?) es uno de los iniciadores de la corriente de elevar el villancico popular o vulgar a lo religioso. Así, un cantar que decía: “Quita allá, que no quiero,/ falso enemigo,/ quita allá, que no quiero/ que huelgues conmigo”, lo convierte en “Quita allá, que no quiero,/ mundo enemigo,/ quita allá, que no quiero/ que huelgues conmigo”. Críticos modernos de la poética de Álvarez Gato pusieron en duda la sinceridad religiosa de éste poeta, calificándolo nada más que como “místico laico”.

Otro ejemplo de elevación del villancico corriente a lo religioso, dice, del original vulgar: “Quién te trajo, caballero,/ por esta montaña escura,/ -¡Ay, pastor, que mi desventura!”, el enderezado o arreglado de: “-¿Quien te truxo, rey de gloria,/ por este valle tan triste?/ ¡Ay, hombre, tú me truxiste!”

Los llamados villancicos eclesiásticos de Nochebuena, Reyes y demás festividades, empezaron a difundirse desde el siglo XVII, en hojas o pliegos sueltos, pero ya con identidad de autores.

Lope de Sosa recogió y compuso hacia 1603 algunos “villancicos de Navidad”; lo mismo que Lope de Sayas.

Santa Teresa de Jesús y poetas de la estirpe de los místicos y ascetas, dentro de su producción religioso-literaria, escribieron la letra de innumerables villancicos, primero a Dios, la Virgen María y Jesucristo, musicalizadas por Maestros de capilla.

Dentro de ese contexto, los villancicos de Nochebuena y de Reyes adquirieron gradual acogida entre la minoridad, tanto por lo didácticamente sencillo de la letra como por el acierto delicadamente festivo de la música.

Andando el tiempo, el villancico tiende a tornarse sólo navideño, aunque en países no peninsulares de Europa se simplificará el nombre a Canciones navideñas y es como se difundirá en el resto del orbe, muchas de las cuales son verdaderas joyas literario-musicales.

A las cancioncillas de temática mundana, según la estructura de su versificación, se denominará coplas, tonadillas, vueltas y otros nombres por país.

EL VILLANCICO

EN AMÉRICA

El villancico de tenia mundano pasa a América con los descubridores, conquistadores y colonizadores, difundiéndose rápidamente, al tiempo que en estratos del criollaje se los recrea con motivos regionales.

El proceso de recreación del villancico en América y su elevación a lo religioso, es ligeramente demorado con respecto a España, en función del arribo de nuevos colonizadores, principalmente sacerdotes, de modo que al villancico se le despoja de su contenido de cantarcillo de las cosas del diario vivir, para convertirlo en cantico sólo de alabanza al Niño Jesús, por extensión, a su magisterio de predicación de la fraternidad entre los hombres hasta su sacrificio en la cruz.

Como en España, en México, Lima, Chuquisaca y otras ciudades coloniales, gente de religión y de letras, coleccionaron villancicos, preferentemente marianos y navideños.

Los sacerdotes misioneros, escribieron la letra de muchos cánticos-villancicos y los adaptaron a ritmos nativos, entre los que se cuentan grandes aciertos.

EN BOLIVIA

Durante el Coloniaje, sólo durante algunos decenios, el villancico se mantuvo como cantarcillo popular de solaz, de temática mundana, para erigirse en cantar muy propio de la Navidad y de Reyes, aunque compusieron letrillas para otras festividades, como la de Todos los Santos, en las que se recrean con sencillez pedagógica la Vida, Pasión y Muerte de Jesucristo.

Maestros de coro y de capilla fueron los encargados de cultivar y difundir el villancico navideño, siendo notables los compuestos en Chuquisaca, si bien en cada ciudad capitalina se encuentran expresiones de acusado color local.

Hacia mediados de la década de 1950, la boliviana Julia Elena Fortún publicó en La Paz un hermoso pequeño libro con tema del villancico navideño en el país.

Muchos años después, algunos músicos populares, folcloristas, como Alfredo Domínguez, en composiciones de música navideña insertaron reclamos sociales.

Lo significativo para nuestro tiempo es que el villancico en Bolivia es definitivamente religioso y, dentro de esto, navideño, existiendo inapreciables logros.

¿Quién no conoció de pequeño el Niño Manuelito o el Huachi-torito? ¿O bailó un chuntunqui ante un Nacimiento para luego ser gratificado con aromoso chocolate y buñuelos?

Fuente: LA PATRIA
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