Cuando se planteaba la necesidad del cambio en nuestro país, se trataba de ingresar a un nuevo ciclo político y nuevas políticas públicas a través de nuevos tipos de conductas sociales tendentes a modificar de modo sustancial las estructuras.
Sobre este tema nos enriquece el académico Eolo Díaz-Tendero, del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, al señalar que: “Lo hayan buscado o no, hayan recorrido el camino de modo más o menos autoritario o por la vía democrática, las sociedades en América Latina han tendido a expandir las esferas donde el mercado, la competitividad y la capacidad de emprendimiento individual se vuelven requisitos básicos para lograr una integración social efectiva”.
Este planteamiento nos induce a referirnos al denominado “proceso de cambio” que, infelizmente, se ha salpicado con la ambición de pretender regímenes institucionales sin la mantención regular de la renovación de cargos de mandato popular, con una suerte de procedimientos no transparentes y cuestionados por los actores políticos y gran parte de la ciudadanía, al extremo de incurrir en actitudes autoritarias y populistas, por lo que se observa la presencia de dificultades a la solución de las demandas sociales. A las viejas reivindicaciones se suman otras que las estructuras partidarias y las instituciones públicas tienen dificultades para leer y entender, de modo que no se generan respuestas eficaces y consistentes.
Aquella pretensión de los cambios sociales, políticos e institucionales, no conlleva ni asegura la ausencia de dificultades o la solución definitiva de las demandas sociales de integración, en razón de que - honesto es reconocer- todo proceso modernizador exitoso se hace sobre la base de un acuerdo entre capital y trabajo, legitimado por la vía democrática, el que consiste en incentivar el desarrollo de la economía capitalista, pero asegurando una red de integración social y protección de los derechos básicos como son la salud, educación y previsión.
A partir de este hecho, obviamente que todo liderazgo que tiene en su línea una alternativa nacional-popular o de corte socialdemócrata, se constituye en un intento por recoger las nuevas dinámicas y transformarlas en formas de acción que intentan dar respuestas.
Sin embargo, corresponde reconocer que el resultado final de dichos intentos dependerá de los equilibrios que se logren establecer entre la fortaleza y habilidad de los sistemas institucionales democráticos para adaptarse y procesar las dinámicas sociales emergentes. Pero si no se logra administrar el Estado a través de un proceso de planificación de políticas públicas, no solo como un mecanismo para resolver temas puntuales y no se avanza hacia una concepción centrada en sus componentes socio-políticos que determine la construcción del orden social, el desafío de acercar el Estado a la gente, parece difícil. Mientras no se ponga en función complementaria la lógica de la representación política y la lógica de planificación de políticas, el rediseño de las lógicas públicas parece debilitado, lo que implica adecuar los procesos institucionales a las demandas públicas.
Este análisis a propósito del discurso de Evo Morales en la Isla del Sol, en oportunidad del solsticio de verano, donde convocó a destruir el capitalismo e imperialismo, sin especificar a qué tipo de capitalismo se refería, al capitalismo liberal o al capitalismo de Estado, pidiendo inclusive la necesidad de sustituir a la ONU por una ONI, teniendo como su invitado precisamente al Representante de esta organización en dicho acto. Le recomendamos mayor prudencia en sus discursos, y que no siga los consejos o asesoramiento de su “cohorte” que lo rodea, porque no se juega su liderazgo, sino la imagen de todo un pueblo: EL BOLIVIANO.
El ejercicio del poder corrompe y su sometimiento degrada.
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