El acontecimiento del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios Padre, encarnado en el seno de la Virgen María, es también la fiesta de la Paz. El Dios cristiano, uno y trino, es ante todo la Familia del Amor que ha creado a la familia humana a su imagen y semejanza. Jesús, el Hijo del Padre eterno, cumpliendo el plan divino de salvación, nos ha redimido del pecado y ha enviado a su Rúaj (Espíritu) para que inhabite en cada hombre, orientándolo hacia el verdadero amor. Toda familia natural y también la gran familia del género humano están llamadas y promovidas a cultivar el amor, basado en la justicia y la fraternidad.
Por ello el Papa Paulo VI, ya en 1968, declaró la fecha del primero de enero como la “Jornada por la Paz”, invitando a todas las religiones y a todos los pueblos del mundo a unirse a esa iniciativa, que ha resultado ser profética. En efecto en 2013, 45 años después, el mundo todavía no ha encontrado la paz. Los conflictos bélicos en el Medio Oriente y en África, además de otros muchos atentados contra la vida humana muestran cuán lejos nos encontramos de ese ideal.
En esta ocasión el clarividente Benedicto XVI, además de los temas directamente relacionados con la guerra, novedosamente ha seleccionado otros temas referentes a la vida, que a primera vista parecen ser extraños en la promoción de la paz, pero que, examinados a fondo, nos hacen ver cómo la defensa de la paz comienza ya en la defensa de la vida humana desde su inicio hasta su término natural. El momento inicial de la existencia humana se da con la fecundación o fusión de los dos gametos, masculino y femenino, que da origen al cigoto o embrión monocelular, dotado ya de una energía endógena para su gradual desarrollo en el seno de la madre y luego fuera de él desde el nacimiento.
Por ello el Papa no duda en condenar el aborto y la eutanasia como obstáculos para la paz ya que no respetan la vida humana desde su inicio hasta su terminación natural: "La vida en plenitud es el culmen de la paz. Quien quiere la paz no puede tolerar atentados y delitos contra la vida". "Quienes no aprecian suficientemente el valor de la vida humana y, en consecuencia, sostienen por ejemplo la liberalización del aborto, tal vez no se dan cuenta que, de este modo, proponen la búsqueda de una paz ilusoria"."La huida de las responsabilidades, que envilece a la persona humana, y mucho más la muerte de un ser inerme e inocente, nunca podrán traer felicidad o paz. En efecto, ¿cómo es posible pretender conseguir la paz, el desarrollo integral de los pueblos o la misma salvaguardia del ambiente, sin que sea tutelado el derecho a la vida de los más débiles, empezando por los que aún no han nacido?". Benedicto XVI advierte que "cada agresión a la vida, especialmente en su origen, provoca inevitablemente daños irreparables al desarrollo, a la paz, al ambiente. Tampoco es justo codificar de manera subrepticia falsos derechos o libertades, que, basados en una visión reductiva y relativista del ser humano, y mediante el uso hábil de expresiones ambiguas encaminadas a favorecer un pretendido derecho al aborto y a la eutanasia, amenazan el derecho fundamental a la vida".
El Papa relaciona también la paz con la defensa del matrimonio: “La estructura natural del matrimonio debe ser reconocida y promovida como la unión de un varón y una mujer, frente a los intentos de equipararla desde un punto de vista jurídico con formas radicalmente distintas de unión que, en realidad, dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su papel insustituible en la sociedad".
Estos principios, aclara el Papa, "no son verdades de fe (cristiana), ni una mera derivación del derecho a la libertad religiosa. Están inscritos en la misma naturaleza humana, se pueden conocer por la razón, y por tanto son comunes a toda la humanidad. La acción de la Iglesia al promoverlos no tiene un carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas, prescindiendo de su afiliación religiosa". "Esta acción se hace tanto más necesaria cuanto más se niegan o no se comprenden estos principios, lo que es una ofensa a la verdad de la persona humana, una herida grave infligida a la justicia y a la paz".
Puede parecer fuera de lugar introducir la defensa de la familia en un mensaje sobre la paz, pero el Papa recuerda que la familia es la transmisora nata de la vida. Si no se defiende y promueve la familia, está amenazada la misma vida. La familia natural se basa en el matrimonio que ya desde sus orígenes se comprende como la comunión heterosexual de vida y amor fiel, indisoluble y abierto a la fecundidad. Notemos cómo la bioética, reducida en tiempos pasados a los temas médicos, hoy cada vez más se considera como ciencia inter y transdisciplinar a favor de la vida y por lo tanto va abarcando otros ámbitos, entre ellos el medioambiental y también el familiar.
Dadas las campañas internacionales a favor de la legalización del aborto, de la eutanasia y del matrimonio homosexual, el Papa valientemente defiende el derecho a la objeción de conciencia: "Por tanto, constituye también una importante cooperación a la paz el reconocimiento del derecho al uso del principio de la objeción de conciencia con respecto a leyes y medidas gubernativas que atentan contra la dignidad humana, como el aborto y la eutanasia, por parte de los ordenamientos jurídicos y la administración de la justicia".
Aplaudimos este mensaje papal que nos recuerda cómo la paz es una tarea compleja. Hay que insistir en todos los ambientes en las familias, en las escuelas, en las religiones, en los medios de comunicación y diversión para que se destierre la violencia criminal y se promueva la pedagogía del perdón y la reconciliación, basada en la justicia y en la fraternidad, como clave para alcanzar la tan deseada Paz que Jesús ha venido a traer al mundo.
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