Viernes 28 de diciembre de 2012

ver hoy













































































Al no existir un vínculo probable o científicamente comprobable entre los seres que habitaron nuestro continente antes del descubrimiento de América y los europeos, es bueno destacar que hubo aspectos de indudable e innegable coincidencia que dan pábulo a pensar que dicha comunicación pudo haber existido. Si no, no se explica de otra manera que temas como el fin del mundo, hábilmente utilizado por la Iglesia Católica desde tiempos inmemoriales para amedrentar y sojuzgar a sus creyentes, haya sido empleado también por los mayas, como un arma que hasta hace apenas diez días tuvo en vilo a medio mundo, llevándolos a un estado de histeria, paroxismo y temor colectivos, útil para mantenerlos dóciles y unidos en torno a sus “sabios mandamientos”. No en vano ilustres científicos como Isaac Newton cayeron también en la tentación de profetizar sobre esta hecatombe.
El 21 de diciembre pasado fue la fecha marcada por el calendario maya para el fin del mundo y la consiguiente extinción de la raza humana. Gracias a Dios nos mandaron a decir que los disculpen, pues no era el fin del mundo sino el fin de semana. Conociendo el carácter cachondo y socarrón de los caribeños, no dejamos de intuir en ese presagio algo de ficción y tremendismo generado por unas buenas dosis de pulque o mezcal. Eh ahí la pequeña y gran diferencia existente entre estos sabios con nuestras culturas andinas, más cautas, abúlicas, solemnes y carentes de humor e imaginación, lo que explica que nunca hayan señalado en un calendario la ocurrencia de tal debacle universal.