Pasó el solsticio de verano. Sigue la vida, y ya hemos cantado “esta noche es Nochebuena y mañana Navidad”.
Luego, en pocos días más, asomará un 2013 pleno de esperanzas y, a la vez, de temores, como secuelas de esta época poco propicia para abrigar ilusiones. Esta percepción –si se quiere derrotista– opaca el tradicional buen augurio. Poco convencidos, nos aferramos a la espera optimista de que nos aguarda paz, armonía, tolerancia, libertad y justicia, que hacen parte de la felicidad.
Parecería que ésta no es oportunidad para recordar frustraciones que, para algunos, es motivo de regocijo por haber medrado del sufrimiento ajeno. Pero, al fin de cuentas, no se puede ocultar que 2012 estuvo cargado de malas noticias. No se podrá olvidar que en nuestro país se ha cerrado este complicado y tenso 2012 con un escándalo mayúsculo provocado por una red criminal de extorsión judicial que le dio un mazazo devastador a una sociedad que merece vivir en paz, en democracia, libre de persecuciones y confiada en que la ley la protege. Nada podrá reparar el sufrimiento causado a tantas personas.
La fe en que podríamos, en conjunto, edificar un mundo nuevo, sería un paso para lograr mejores días. Para ello, Bolivia requiere que se abandone la inquina, se libere a los presos políticos, se permita el retorno de los exilados y se dé firmes garantías de que nadie podrá ser perseguido por sus opiniones. En suma, se trata de que se respeten las libertades y derechos democráticos. Y, finalmente, aunque esto no sea todo, que la justicia deje de ser un instrumento de mandamases para perseguir.
Fuera de Bolivia hubo sucesos dolorosos, como la reciente matanza de niños inocentes en Connecticut. Pero no reconforta que en otros países se sufra tragedias, pues éstas afectan a todo el género humano; nadie está libre de desgracias. Alarma que la muerte ronde en las calles de las ciudades de nuestra región, donde campean asaltantes, matones y esbirros. Preocupa la intolerancia política y la represión autoritaria. Duele la violencia en aumento contra mujeres y niños y que crezca el narcotráfico y el consumo de drogas ilícitas que enferma cuerpos y almas.
De esta crisis moral sólo se saldrá con auténtica solidaridad, pues no se contribuye al reencuentro con la incitativa al odio, con la acusación aleve o con la injuria. Las crisis dan oportunidades para superar los avatares. Esta es una de ellas para que el oficialismo enmiende su conducta y corrija sus errores manifiestos.
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