El rentismo absoluto como instrumento de dominación, como práctica económica prebendal se ha desarrollado como obra lóbrega de Hugo Chávez y sus aliados de viaje: Rafael Ortega, Daniel Ortega, Fidel Castro, Evo Morales y otros; situación que está matando a sus pueblos, que está destruyendo sus cualidades civilizatorias en términos de la liberación plena de las cadenas del capitalismo infame y cruel. Ésta es la esencia del socialismo supuesto del siglo XXI.
Dejando al margen al capitalismo que seguirá existiendo por lo menos doscientos años, es evidente que la emergencia de un sistema socialista renovado debe proteger a los más débiles de la sociedad: ancianos, niños, discapacitados y enfermos terminales con todos los servicios que correspondan, independientemente de su costo, y esto debe hacerse visible en normas y prácticas. Pero, los costos de tan altruista acción deben ser costeados principal y fundamentalmente por el Estado, o sea que él, antes de repartir alegremente un excedente transitorio, como el de los hidrocarburos y minería, como en Bolivia y Venezuela, debe utilizarlo primero en la creación de nueva riqueza agregada, la que debe estar dirigida a la industria.
El socialismo leninista a la cabeza, como etapa de transición al comunismo, es mucho más profundo y estratégico que el esquema parcial y prebendal de los neopopulistas, se basa principalmente en el despertar de la conciencia revolucionaria de las masas de obreros y campesinos, situación que implica construir de manera crítica y no idolatrar a un líder que por más grande e importante que sea no es Dios. El recrear al ser humano nuevo es un elemento esencial de la nueva sociedad para merecer ser llamada socialista. No es que con “lacayos” se construirá el nuevo orden socialista, será con principios. Será la que trasciende tiempos y personas, para consolidarse en un nuevo sistema, radicalmente diferente por su contenido y objetivos.
El populismo nació muy fragmentariamente en el siglo XIX en Europa. Se realizó parcialmente en la Italia de Mussolini, se recreó en la Alemania fascista de Hitler, pero se definió en Latinoamérica con el Brasil de Getulio Vargas, la Argentina de Juan Domingo Perón y la Bolivia de Víctor Paz Estenssoro. Su curso radicó en entregar dádivas a los movimientos sociales y utilizarlos para su propio beneficio político.
Ahora, salvando los tiempos, de socialistas no tienen nada, sus principios son absolutamente diferentes, son corporativistas y, por ende, populistas. La prebenda es su Norte. De socialistas no tienen nada más que la imagen distorsionada. El socialismo no solamente es redistribuir la riqueza y la pobreza, sino generar las condiciones de un desarrollo integral sostenible de la sociedad, basado en el trabajo estable y sostenido. El socialismo verdadero, no el reformista de Suecia, ni el real de la ex URSS, implica un sistema donde todos los ciudadanos, sin excepción, trabajan en función de sus capacidades y reciben de acuerdo a su producto.
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