En todo recuerdo del nacimiento de Jesús, el hijo de Dios, se producen hechos esperanzadores en nuestro país. El pasado lunes, los primeros mandatarios han procedido al encendido del árbol navideño y bailes y cánticos de villancicos al Niño Jesús en la plaza Murillo, frente a los palacios Ejecutivo y Legislativo.
Dada la condición, confesada y varias veces pregonada, de un ateísmo convencido, pese a la veneración que tienen por supuestas deidades andinas, el hecho en vísperas muy cercanas a la Navidad, ha sorprendido a la comunidad nacional: admiración por la actitud de ambos políticos e incredulidad por su acercamiento a lo que es para la mayoría del pueblo boliviano su fe católica en un sentimiento muy arraigado como es el cristianismo.
Pero, lo más importante y notable de esa actitud es que conllevó para todos la esperanza de que ambos hayan vuelto al redil del cristianismo y retomen sus valores en aras de una administración más acorde con los sentimientos y la fe del pueblo boliviano.
Todo esto implica que renacen las esperanzas porque los errores pasados, inspirados por un materialismo marxista que no tenía razón de ser y el propósito de tomar los caminos de un socialismo extremo que ha preocupado y herido seriamente a los bolivianos, es algo que tonifica la misma fe del pueblo y le hace ver que no todo está perdido en las fauces del materialismo muy confesado y que, se convierte en creencia religiosa al retomar caminos que nunca debieron abandonarse.
La esperanza para mejores días es algo que tonifica y enaltece a quienes creemos y sentimos a Jesús como el Hijo de Dios, que vino al mundo justamente para liberarnos del mal que es el pecado en todas sus formas y clases y dentro del cual están los yerros político-partidistas en que ingresan muchos hombres en la falsa creencia de que el materialismo y la ausencia de fe en Dios implica abrir caminos ciertos al desarrollo y progreso del ser humano. Es de esperar que la fe se haya entronizado en el corazón de ambos mandatarios y sea el principio de actitudes que permitan vislumbrar mejores días en que el respeto por el derecho de los demás, la conciencia del bien común y la vocación de servicio sean parte fundamental del trabajo y vida de ambos personajes que cuenten con las bendiciones de Dios al que han retomado en sus corazones para que, en conjunción con los sentimientos del pueblo al que gobiernan, sea parte de su vida.
Es muy positivo que el Presidente de la República haya compartido los villancicos con niños; este puede ser el principio de verdaderos cambios que permitan, en corto tiempo, mejorar la vida de los bolivianos teniendo en cuenta que su mayoría son niños y jóvenes que merecen la mejor de las patrias con las bendiciones de Jesús que, con seguridad, está en el corazón de quienes saben valorar su amor, su misericordia y lo mucho que puede hacer en bien de todo el país. Bien por ambos mandatarios que, con la experiencia pasada, nunca repitan la frase esgrimida por quienes, en momentos de aflicción o premura invocan al Creador, aunque en muchos actos repiten “Gracias a Dios soy ateo”. Frase que, en el fondo, refleja lo que siente el espíritu que no siempre es coincidente con lo que mandan los sentidos o los intereses netamente materialistas.
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