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Domingo 23 de diciembre de 2012

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Revista Dominical

La defensa de indígenas y originarios en 1929

23 dic 2012

Fuente: LA PATRIA

Por: Iver Pereira Vásquez

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Existe probablemente mucha documentación relativa a la defensa de los indígenas y originarios de nuestro país, -denominación que ha evolucionado en el tiempo- que como consecuencia de varios factores no han sido publicados, este -creo- es el caso de la Liga Pro Indio en Oruro, formada en 1929 -según Bandera Roja- por izquierdistas como el Dr. Enrique Condarco, Abel Ascarrunz P., la Sra. Teresa de Carrasco, Alberto Pereira , Ricardo Perales y los Dres. Josermo Murillo V. y Lorena Zabaleta, que tuvieron la misión de defender a la “raza” -concepto también evolucionado en el tiempo- postrada en la más vergonzosa de las esclavitudes.

Creo importante resaltar, los aspectos que en ese año 1929 fue parte del debate en defensa de los indígenas.

“La Liga Pro-Indio, que con el humanitario fin de laborar por el mejoramiento y regeneración de la desventura “raza” indígena, la más numerosa e importante de Bolivia… para evitar las exacciones que inicuamente sufre de parte de los inescrupulosos hacendados, así como del cura de aldea y de las autoridades provinciales, trilogía funesta cuya acción consiste en la explotación más despiadada del desventurado indígena”.

Con ese objetivo es importante el mensaje que fue dado por el señor Enrique Condarco, que transcribo para comprender que desde la clase media y sectores intelectuales, existía una profunda solidaridad y compromiso humanitario con los sectores oprimidos y explotados de nuestro país y que a pesar del tiempo transcurrido hoy pueden aún vislumbrarse elementos que no han sido superados:

“Señoras y señores:

Antes de hacer ante vosotros unas cuantas modestísimas reflexiones acerca de los nobles propósitos que os vinculan, os agradezco profundamente por la alta honra que os habéis dignado dispersarse, muy inmerecidamente por cierto, al designarme Presidente Honorario de esta simpática agrupación.

Circunstancias de carácter íntimo, harto dolorosas para mí y que no son inexpresables en este acto, me impiden en absoluto por el momento, tomar parte activa en vuestras labores esencialmente humanitarias.

Mañana, cuando el bajel de mi existencia se deslice por rumbos mejores, tendré la infinita satisfacción de acompañarlos, tanto en los momentos prósperos como en los difíciles.

Entre tanto, séame permitido felicitaros por vuestra labor presente y descaros los más brillantes en el porvenir.

Ahora quiero deciros algunas palabras a cerca de vuestros propósitos.

El pensador honrado que contempla serenamente el estado lamentable de inferioridad social en el que vegeta el indígena entre nosotros, no puede menos que sentirse profundamente impresionado de dolor, de asombro y hasta de indignación.

Víctima de todas las injusticias, constantemente herido en lo más íntimo de su dignidad personal, cargado de infinito número de obligaciones a cual más deprimentes, desposeído del goce de los más legítimos derechos del hombre, puesto de la ley, el indígena boliviano, espécimen de la vieja y monstruosa organización en que vivimos, constituyente una gran vergüenza para todos nosotros y una mancha terriblemente sombría para el siglo XX.

Esta es, sin duda, la razón que os ha motivado a fundar una liga de defensa de los derechos del indio.

Vuestra actitud no puede ser más digna de todo encomio.

Debemos confesar sin eufemismo, que en un país como en el nuestro, chico en su significación intelectual, pobre en iniciativas de verdadero valor, rico en mezquindades, abundante en piruetas grotescas de politicomania, saturado de jesuitismo, pleno de mentiras convencionales y perjuicios insensatos, opulento en chauvinismo, la fundación de una liga como esta, constituye un acontecimiento transcendental y verdaderamente extraordinario.

Venís a romper inopinadamente la monotonía desesperante y criminal del medio; y, en los momentos en que algunos jesuitas de levita en consorcio de los de sotana tratan de caer sobre el infeliz indio, para explotarlo tan vilmente como solo ellos suelen hacerlo, formáis una sociedad cuyos propósitos no pueden ser más elevados, tratáis nada menos que de defender el derecho de dignidad personal del indio y, por tanto, la igualdad jurídica fundamental del hombre con todos sus corolarios.

Fácil es comprender que una labor de tal magnitud no se ha de realizar sin grandes dificultades de diversa índole, sin herir intereses creados, sin destruir perjuicios, sin romper mentiras convencionales, en una palabra, sin levantar las más grandes polvaredas, ya que ha de ser necesario librar ardientísimas campañas en un medio eminente tradicionalista y rutinario y, como tal, reaccionario a todo lo que significa transformación ascendente. Más como liga Pro-indio se ha formado, tal es mi creencia, no por simple reflejo ni por pura imitación, sino por revelación interior vibrante y en virtud de un sentimiento casi estético de la rectitud moral y de la reivindicación de los derechos del indio, esas dificultades y todos los dolores y sacrificios que llevan aparejados. Lejos de constituir obstáculos insalvables, contribuirán a vigorizar los esfuerzos y a engrandecer y consolidar el entusiasmo.

Además es necesario tener fe en el porvenir, no detenerse en los primeros pasos, no desmayar en las caídas, no desalentarse en los fracasos ni perder la serenidad en las victorias.

La perseverancia no expresada por gestos, sino la sentida psicológicamente: La fe, no la imitada sino la que ilumina intensa y profundamente el alma; el esfuerzo, no llega por simple reflejo, sino el que es fruto de elaboración consciente; tales son las tres condiciones indispensables para domar el porvenir.

Lo que yo deseo ardientemente y os pido con todas las fuerzas de mi alma, es que procuréis que la Liga Pro-Indio no sea flor de un día.

Ya que habéis sido una excepción en la iniciativa, procurad ser excelsos en la realización de la gran obra.

Frente a la mediocridad triunfante y ante la criminal indiferencia de los demás, alzad la bandera de rebelión desplegada a todos los vientos ya que tenéis toda la razón y marcháis en defensa de la verdad.

Ante todo, huid sistemáticamente de los policómanos, de los chauvinistas y de los jesuitas, sobre todo de los jesuitas de levita; pues todos esos elementos parasitarios son eminentemente perjudiciales a la consecución de las obras de verdadera utilidad pública.

No olvidéis que las grandes obras requieren grandes esfuerzos y que el mérito de las acciones están en razón directa de los sacrificios que entrañan.

Finalmente, es necesario que recordéis, para que os sirva de estímulo en vuestros empeños, que hoy las sociedades civilizadas son democráticas por excelencia y se fundan en principios: que las instituciones se moldean sobre ideales: que vivimos en el siglo de la libertad, invidualidad y de la igualdad pública; que todo se transforma, purifica y perfecciona en el mundo, gracias al empuje de las vivificadoras ondas del progreso, y quien nadie sin tener que ser un criminal, puede mantener ya separado del derecho común al indígena, el cual, bajo el amparo de las leyes, debe de gozar de las mismas libertades y ejercer los mismos derechos de los demás individuos que integran la colectividad”.

(*)Abogado

BIBLIOGRAFIA

Bandera Roja Nº 17 y 18 de Septiembre y Octubre de 1929

Fuente: LA PATRIA
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