La sociedad norteamericana se dirige hacia el abismo
20 dic 2012
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
Un total de 27 personas murieron el sábado pasado, 20 de ellas niños, en un tiroteo en una escuela primaria de Newtown (Connecticut), una ciudad de 27.000 habitantes del noreste de EE.UU. Todos los niños fallecidos tienen edades comprendidas entre cinco y diez años. Entre los adultos muertos están la madre del sospechoso, la directora del colegio y una psicóloga. El autor del tiroteo, Adam Lanza, de 20 años de edad, entró en el colegio vestido con ropa negra y llevaba una máscara, un chaleco antibalas y tres armas, entre ellas un rifle de alto poder de fuego, además de centenares de proyectiles de varios calibres con los que pudo haber asesinado a muchísimas más personas, de no ser por la actitud valiente de muchas personas adultas que protegieron a otros niños y niñas.
Este hecho no es nuevo en la historia de la potencia del Norte, ya que los asesinatos masivos se han estado dando con cierta frecuencia sin que nada tengan que ver con motivaciones políticas o religiosas como sucede en otros países y en los mismos Estados Unidos. Muchos se preguntan las razones de estos hechos bestiales y las respuestas no resultan fáciles de deducir, pero realizando un análisis crítico de la sociedad norteamericana, se observa con claridad que las raíces de la violencia (asesinatos masivos, crímenes seriales, abusos de pandillas organizadas, violencias de bandas de narcotraficantes, suicidios de sectas religiosas, brutalidades de los organismos estatales de represión, crímenes raciales y todo tipo de discriminaciones) se encuentran en las bases de una sociedad muy injusta desde prácticamente sus orígenes que se remiten al siglo XVIII.
El país denominado Estados Unidos de Norteamérica vio la luz un 4 de julio de 1776 con su Declaración de Independencia y el inicio de una guerra con los ingleses que duró 7 años. En un principio proclamaron la democracia, la libertad y la fraternidad como principios fundamentales de su construcción nacional, pero poco a poco los hechos marcharon por un sendero diferente que dio lugar al desarrollo paulatino de una superpotencia imperialista. En 1804 se proclamó la Doctrina Monroe que decía “América para los americanos”, o sea para ellos, como lo que después se denominaría su “patio trasero”. Más adelante, el avance hacia el Oeste de los colonos norteamericanos estuvo signado por incontables violencias contra las tribus originarias, cuyas protestas fueron cruelmente aplastadas. Por otra parte, se arrebató a México una gran parte de su territorio aprovechándose de su inmenso poder y la debilidad del rival inmerso desde su independencia en guerras civiles de todo tipo. Además no se pueden callar los crímenes contra los seres humanos de raza negra que fueron sometidos a la más brutal esclavitud y discriminación hasta prácticamente los años setentas del siglo XX.
Los Estados Unidos son los principales instigadores de conflictos en el mundo. No contentos con incontables invasiones a países centroamericanos, asiáticos y europeos, ahora se han dado a la tarea de generar guerras en el Norte de África y Medio Oriente aliándose con sus supuestamente principales enemigos: los fundamentalistas de Al Qaeda.
En estas condiciones, en un país donde la venta de armas es libre, donde la televisión y el Internet son escenarios de incontables hechos de violencia, donde se inculca cotidianamente en sus ciudadanos el espíritu de la confrontación, es muy difícil que no se den hechos como los de la masacre de Newtown, un acontecimiento horroroso que ni siquiera puede ser castigado porque el autor se suicidó. Es así que la sociedad norteamericana se va acercando al abismo del enfrentamiento social. En gran parte de los Estados Unidos reinan el odio a los migrantes, la discriminación racial, el desprecio a lo diferente, hechos que generan un caldo de cultivo ideal para matanzas y otro tipo de crímenes. Si en sus guerras externas de rapiña se inculca en sus ciudadanos el mito de la superioridad, entonces no es extraño que esta degeneración la utilicen internamente muchos psicópatas contra sus propios compatriotas.
(*) Politólogo
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