Una muestra de generosidad puesta a toda prueba es la actitud asumida por los internos de la penitenciaria local, quienes ayunaron dos días y realizaron ese sacrificio que sirve como ejemplo digno de imitar, porque se privaron de recibir sus alimentos para donar el monto que se les asigna como pre-diario a un fin noble, ayudar que los niños pobres puedan tener una Navidad feliz.
La actitud manifiesta el desprendimiento que tienen los privados de su libertad, unos con sentencia ejecutoriada cumpliendo una condena por algún delito cometido o también víctimas inocentes de la acción de la justicia, así como quienes se encuentran temporalmente y permanecen preventivamente en la cárcel de San Pedro. Una doble acción hay que destacar, la solidaridad demostrada por los encarcelados y el ponerse de acuerdo en un tema que es tan sensible, dejar de comer para donar esos fondos en beneficio de los niños.
Se estima recaudar más de siete mil bolivianos, en dos días, tomando en cuenta que cada interno recibe un pre-diario de 6.50 bolivianos para cubrir sus gastos de alimentación que consiste en desayuno (una taza de té con pan), almuerzo (sopa y segundo) y una taza de mate por la tarde. Son 543 internos los que asumieron esa decisión que por primera vez en la historia no se trata de un ayuno obligado para reclamar por sus derechos, sino más bien una medida que ennoblece a los hombres y mujeres privados de su libertad para ayudar a quien más necesita.
Los justo sería que ahora en retribución a ese gesto de manifiesta generosidad, la población apoye a quienes cayeron en desgracia y se sumen a la campaña que se realiza para recaudar fondos para dar una Navidad feliz a los niños pobres o de familias de bajos ingresos, entre los que se encuentran los “niños cautivos” que viven en la penitenciaría junto a sus madres que cumplen condenas por distintos delitos.
La cooperación de quienes más necesitan no es un apoyo más, sino al contrario una ayuda que debe quedar registrada en la historia, porque no resulta ser la limosna indignante que muchas personas otorgan por el qué dirán y no se ponen a pensar que también podrían realizar sacrificio semejante para apoyar a mejorar la situación que viven muchas familias pobres que luchan por subsistir ante la adversidad.
Esa acción debería ser imitada por los asambleístas departamentales, concejales munícipes, senadores y diputados, ejecutivos y autoridades del departamento así como de la capital, para predicar con el ejemplo una acción de sacrificio por quienes más necesitan en esta Navidad y como muestra de desprendimiento y demostración que no sólo se dedican a medrar el presupuesto estatal que al final resulta ser el dinero que paga el pueblo a través de los impuestos.
Este llamado y alerta a la sociedad resulta sumamente importante, porque se quiere hacer saber que los más pobres pueden ser solidarios con quienes también sufren el olvido y dejadez de las autoridades, viven entre la pobreza y extrema pobreza, deambulan por las calles buscando trabajo para sus padres o vendiendo alguna golosina y cigarrillos para llevar unos centavos a sus hogares para la manutención de sus hermanos pequeños.
Compartir lo poco que se tiene es una verdadera muestra de desprendimiento, generosidad, entrega, renunciamiento, solidaridad y pone a prueba ese amor por el prójimo que tanto se habla en la época de la Navidad, porque con la mayor humildad y sencillez quienes están privados de su libertad (el don más preciado del hombre y la mujer) imitan el ejemplo de Jesucristo, compartir lo poco que tienen para hacer feliz al hermano.
Ojalá pudieran suprimir los festejos costosos, aparatosos y hasta humillantes que se organizan en las instituciones, organizaciones y entidades locales privadas y públicas, para ahorrar y de manera efectiva contribuir para ayudar a quienes necesitan del apoyo solidario, del amor fraterno y hasta del cariño de un amigo, familiar o conocido para recordar que la Natividad del Señor nos trae el amor, la reconciliación, la paz y el sosiego para nuestras familias.
(*) Periodista
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