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Domingo 09 de diciembre de 2012

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Cultural El Duende

Contraluz

09 dic 2012

Fuente: LA PATRIA

• El corazón permaneció oculto y duro en lo oscuro como la piedra de la sabiduría.

• Era primavera y los árboles volaron hacia sus pájaros.

• Tanto va el cántaro roto a la fuente, que al final se seca.

• En vano se habla de justicia, mientras el más grande de los acorazados no se estrella en la frente de un ahogado.

• Cuatro estaciones, y no una quinta, como para decidirse por alguna de ellas.

• Tan grande era su amor por ella, que ella hubiera arrancado la tapa de su féretro, si la flor que le había puesto encima no hubiera sido tan pesada.

• Tanto perduró su abrazo, que el amor desesperó en ellos.

• El Día del Juicio llegó, y con el fin de buscar la mayor de las infamias, la cruz le fue clavada a Cristo.

• Entierra la flor y pon al hombre sobre esta tumba.

• La hora saltó fuera del reloj, se le adelantó y le ordenó marchar correctamente.

• Cuando el mariscal de campo puso la cabeza ensangrentada del rebelde ante los pies del señor, éste se sumió en una furia salvaje. Has osado inundar la sala del trono con el hedor de la sangre, exclamó, y el mariscal se estremeció. En eso se abrió la boca del abatido y contó la historia del clavel. Demasiado tarde, opinaron los ministros. Un ulterior cronista confirmó esta opinión.

• Cuando el ahorcado fue desprendido del patíbulo, sus ojos aún no estaban muertos. Rápidamente se los cerró el verdugo. Los presentes lo habían notado y hundieron sus miradas por vergüenza. Pero el patíbulo se creyó en ese minuto un árbol, y como nadie tenía los ojos abiertos, no es posible confirmar si esto fue realmente cierto.

• Puso virtudes y vicios, inocencia y culpa, buenos y malos rasgos sobre la balanza, pues quería certidumbre antes de juzgarse a sí mismo. Pero los platillos de la balanza, cargados tan pesadamente, quedaron a idéntica altura. Pero como quería saber a cualquier precio, cerró los ojos y dio vueltas en círculo innumerables veces alrededor de la balanza, pronto en una dirección, pronto en la contraria, hasta que no supo ya qué platillo cargaba cuál peso. Luego puso a ciegas sobre uno de los platillos su decisión de juzgarse. Cuando abrió de nuevo sus ojos, si bien uno de los platillos había descendido, ya no se podía distinguir cuál de los dos era el platillo de la culpa y cuál el platillo de la inocencia. Se exasperó por ello, desistió de vislumbrar allí algún beneficio, y se condenó, pero sin poder reprimir la sensación de estar probablemente equivocado.

• No te engañes: no es que esta última lámpara dé más luz; es que lo oscuro en torno se ha sumergido en sí mismo.

Paul Celan. Poeta de origen judío rumano

y habla alemana, 1920-1970.

Fuente: LA PATRIA
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