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Sábado 08 de diciembre de 2012

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Revista Tu Espacio

EDITORIAL

08 dic 2012

Fuente: LA PATRIA

Diciembre es un mes especial no sólo por la Navidad o porque este año se va irremediablemente, sino que el último mes del año también se convierte en importante porque se hacen muchas reflexiones o se replantean los objetivos para la siguiente gestión. Pero también es un mes de encuentros y reencuentros, ya sean estos familiares, de amigos o de hermanos.

Hemos observado en el transcurso de estos días, que varias promociones de los colegios de la ciudad se reencontraron para recordar momentos inolvidables de la época escolar.

Quizás no en la misma cantidad que el día de la graduación, pero sí por lo menos un buen grupo que hizo de las suyas con la reunión anual de la promoción. Es increíble ver cómo el tiempo ha hecho escarnio de cada uno de los integrantes de curso.

Más viejos, algunos que en el pasado eran flacos, hoy están prácticamente tres veces más que el día que salieron bachilleres. Mientras que otros con barba y lentes, en fin, todos cambiados. Otros casados, divorciados, viudos, con hijos, sin hijos.

Pero, quizás lo que no cambió fueron los modismos o la forma de hablar de los compañeros, los chistes, las travesuras e incluso las canciones que estuvieron de moda en esa época y que con el reencuentro se las ponen en vigencia nuevamente para la celebración que es inolvidable.

Los discursos efusivos de decir que fueron la mejor promoción del colegio, y que como ellos no hay, porque la unidad fue lo que más caracterizó en el curso y que se reafirma con el reencuentro, se ponen de manifiesto en las reuniones.

Luego, la celebración y los diálogos por separado, cada uno contando sus experiencias de cómo surgieron o hicieron el intento por surgir en la vida, unos con más éxito que otros, pero siempre tratando de ser los mejores.

Recordar cada minuto, cada instante vivido en los doce años de estudio colegial muchas veces, llegan a convertirse en profundos recuerdos sentimentales, emanando cual vertientes de una cascada en lágrimas que se transforman en bendiciones porque Dios quiso que compartamos ese momento grato.

Los abrazos, los apretones de mano, el brindis, el festejo, el llanto y nuevamente la despedida, quizás hasta el próximo año, si es que las circunstancias lo permiten, será el escenario indescriptible de un mundo con un solo lenguaje, la amistad.

Asimismo, hasta ese momento nadie sabrá si la reunión volverá a repetirse el próximo año con los mismos o más integrantes, pero el sentimiento perdurará en la mente de la fecha del reencuentro y así el tiempo impondrá una vez más su capricho irreversible, de que día que pasa estaremos más viejos físicamente.

Lo único que no podrá cambiar el tiempo, serán los recuerdos de la niñez, la adolescencia y la juventud que reunieron a ese grupo de gente en el colegio, así como toda esa fortaleza lograda con el ejemplo que dejaron los profesores y que aún retumban en nuestras cabezas, de sobresalir del “montón de los anónimos”.

Es necesario aprovechar al máximo cada instante de esas reuniones y convertirlas en joyas de recuerdo, quizás un recuerdo que no se volverá a repetir nunca más…

Fuente: LA PATRIA
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