Diciembre: mes del reencuentro y la reconciliación
03 dic 2012
Por: Jorge Lazzo Valera
El domingo celebramos el primero de los cuatro domingos de Adviento que los católicos dedicamos en el mes de diciembre para revivir la llegada del Hijo de Dios a la tierra que se conmemora en la Navidad, la mayor fiesta religiosa que desde hace más de 2.000 años está vigente y pone de manifiesto las tres verdades teologales de la fe, la esperanza y la caridad para vivir a plenitud el reencuentro y la reconciliación.
Este tiempo de preparación para recordar la Natividad de Jesucristo se traduce en un periodo de auténtica vocación de fe, porque la práctica de esta virtud hace que el hombre se entregue libremente a Dios y en demostración de ella se esfuerce por conocer y hacer la voluntad de Dios, lo que convierte a la fe en el fundamento de la vida moral y el mayor don que puede recibir cada bautizado para llena su existencia con la presencia del Dios de la Vida.
Se dice que “la fe mueve montañas” y que es la virtud sobrenatural por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado. La fe es más bien la Luz de la Libertad que el Dios de la Vida hace brillar en nuestro Espíritu, constituyéndose en el faro que ilumina nuestro caminar para ser verdaderos hijos de Dios, lejos de la falsa doctrina y de las falsas creencias. Por ello no debemos ser manipulados por mensajes recortados y arreglados por conveniencia, porque resulta imposible ver la Luz sin tener un Espíritu libre que nos saque de las tinieblas de la ambición, el fanatismo, la envidia, la soberbia y el autoritarismo que cobran mayor vigencia frente a la humildad, caridad, respeto, honestidad y fidelidad.
Así esta fe debe permitirnos superar las debilidades propias de nuestra condición humana y convertirse en caminos de luz, para llegar a la Caridad que se trasunta en el sentimiento de la fraternidad que por la generosidad permite mantener un lazo de unidad entre todos los hombres en la tierra, logrando que esas virtudes eleven su espíritu para recatar esta virtud ignorada en la antigüedad que nos conduce a la luz del amor y nos da vida para encontrar la Esperanza que se convierte en el anhelo de libertad para vivir como hombres y mujeres libres de espíritu y de conciencia.
La Esperanza es la capacidad del hombre de volver a idealizar y soñar, lo que le permite seguir viviendo a pesar de tantos fracasos e intentos fallidos que sólo con gran sabiduría y auténtica libertad sabe afrontar para decidir una y otra vez por la razón antes que la soberbia y más aún cuando en la jerga popular incluso se manifiesta que “la esperanza es lo último que se pierde” se refiere expresamente a esta esperanza que se constituye en el único bien común que tenemos todos los hombres y mujeres y no es otra cosa que la Luz de la Libertad que nos hace libres, verdaderos y auténticos hijos de Dios.
En este tiempo de Adviento entonces tenemos que saber vivir nuestra fe, poner en práctica nuestra caridad y mantener viva la llama de nuestra esperanza por un mañana mejor para seguir siendo libres en verdad, en justicia y con dignidad, para lograr la libertad e independencia que todos anhelamos para vivir como hermanos, puesto que el periodo de gracia que estamos iniciando es una oportunidad magnífica para vivir el reencuentro y la reconciliación, despojándonos de las debilidades que perturban y hacen que seamos vulnerables para perder nuestra fe.
Debemos tomar en cuenta que la fe es una virtud que nos viene dada por Dios, pero no solo basta tener fe para salvar al hombre, sino que también cuentan las obras que haga en su vida, más aún si busca su mejoramiento iniciándose y preparándose para alcanzar su perfección en la vida eterna. “La fe es adhesión de la inteligencia a la palabra de Cristo (Evangelio) y entrega confiada a Él de toda la persona. Tiene, por tanto, un carácter intelectual y una dimensión existencial (que abarca a toda la existencia en sus múltiples facetas)”.
Entonces la caridad significa perdonar lo imperdonable para que sea una virtud, pero por encima de eso resulta ser una acción concreta de justicia, no la acostumbrada limosna que se ejerce con los pobres, cuando se les da unos centavos que bien lo merecen. Va más allá del simple acto de conmiseración humana y debe impulsar a la búsqueda de la verdad que permita tener siempre presente a la esperanza como legítima necesidad para seguir viviendo nuestra fe con esperanza y caridad para llegar a la Navidad fortalecidos y enriquecidos con el verdadero amor y entrega que nos dejó como ejemplo Cristo, para vivir el reencuentro y la reconciliación plena.
Ojalá la libertad, la justicia y el respeto pleno por los derechos y libertades ciudadanas estén vigentes en este periodo de Adviento para practicar el respeto a la dignidad de todas las personas que se constituye en valores y principios que se construyen en una sociedad que se precia de vivir en democracia.
(*) Periodista
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