Martes 27 de noviembre de 2012
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El cuerpo humano es la irradiación condensada del alma.
Lo que el alma lleva como positivo y negativo en sí forma el cuerpo y se manifiesta en él.
Tanto lo noble y puro del alma, como lo impuro, lo brutal de un hombre egoísta, se hace visible dentro y fuera del cuerpo. Su cuerpo es, por tanto –de forma figurada-, lo que es su alma: la expresión de aquello que está activo en el alma, y no lo que yace en ella, el cuerpo físico que la envuelve.
Lo que está todavía latente en el alma, tanto lo positivo como lo negativo, puede traer sus consecuencias dentro de muchos años o decenios, incluso en otras vidas terrestres, o en los ámbitos de las almas.
Por ello un hombre joven con un cuerpo joven, o una persona bonita, no tiene que tener precisamente un alma pura. Así como la naturaleza se adorna en primavera, así también aparece en el cuerpo terrenal, cuando el alma está todavía pura o cuando lo impuro todavía no se ha manifestado.
