Eric Gamarra Alisedo. Oruro, 1964. Poeta y escritor. Bachiller del Colegio La Salle, de Oruro. Es ingeniero químico industrial, titulado en la Universidad de las Américas, Puebla, y máster en Economía de Negocios en el Instituto Superior de Monterrey, México. Ha publicado en Presencia Literaria y Arte y Cultura (de “Primera Plana”) de La Paz. Colabora en las revistas mexicanas ATCP, Papel de Literatura (del Instituto Nacional de Bellas Artes, México) y La Pluma del Jaguar (Puebla).
Actualmente se desempeña como Gerente Técnico de Smurfit. Cartón y Papel de México S. A.”
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Pesher de la montaña
Misa
Escuchen ahora lo que dice Yahveh:
“¡Levántate, pleitea con los montes
y oigan las colinas tu voz!”
Miqueas 6,1
Yo te conocía sólo de oídas,
mas ahora te han visto mis ojos.
Job 42,5
Sed piedras vivas
como la Piedra Angular,
escribió Pedro a los dispersos
y su midrash es la medida
para que las escrituras
quepan entre montañas.
Santiago Santu Rayu
ahora recibe mi saludo,
te invito a mi mesa,
Lurya Qhaxya,
impitataw taqi chuymaw,
tus wak’as voy a invocar:
Ararat, al final del arcoiris;
Moria, en el monte de la fe;
Carmelo, el destierro del Baal-hapiñuñu
y la victoria de Elías-Thunupa;
Sinaí, donde el apu habló con voz de fuego;
Sión, el santuario de los ciclos, Aynuqa;
Tabor, el dínamo de las transfiguraciones,
la Piedra Nombrada;
el monte ignoto, la Piedra Viva
y el Makuri tentador;
y Gólgota, al cual propongo como montaña
pues es necesario testificar
la Última Alianza.
............
Qué tan alto silencio trae el Viento
pues lo acomoda en los rincones de mi cuarto.
Vienen con todo el espíritu,
entre neblinas y sombras,
vienen con la llovizna,
miran sobre mi hombro,
husmean estas páginas.
La llovizna es mi taquicardia,
un arcoiris termina en mi escritorio;
wak’a, wak’a,
repercute en mi nuca,
el aire se hace piedra:
a la misa llegan todos.
Una pareja de triángulos oscuros
en cada pared.
Ocho voces perturban las entrañas
de este bloque de aire:
“Atrevido, borracho has de estar
para llamar a Shadday.
¿Intentas acaso probar
que lo puedes ver cara a cara
y después sobrevivir?
¿Dónde está tu humildad?
¿No dicen las escrituras
que morirá aquel que toque el monte
y vea a Yahveh?”
Santificados sean sus nombres,
reverberan todavía en las paredes
y los ecos se suman y convergen
en una Palabra que no alcanzo a oír.
¡Ay, mi desgracia!
Ni siquiera conozco las preguntas
y ahora sé que estoy sordo.
¿Cómo podré ser justo
y puro ante Shadday
si la arena de la incertidumbre
carga mi corazón?
Junto a ustedes soy polvo.
Pero la duda es una lanza
que hiere a la soberbia,
la brisa que despierta
a la tolvanera de cenizas
de carne y hueso.
Hablaré sin temerles
porque así existo.
Desde el seno de la tempestad
responde la voz:
“¿Quién eres para dar razones sin sentido?
Vamos a interrogarte,
tú nos instruirás”.
Enseñar no puedo
pues mi juicio es vano
y mi mirada esclava
de sus jorobas patriarcales;
camino mis días bajo sus sombras,
¿por qué me acosan
o es que yo los sigo?
¿Me decepciona lo humano
y contemplo la estabilidad
del seno y la cima?
“¡Cuán necia tu pregunta!
Reniegas de tu especie
mientras inquieres graves asuntos
en tu propia lengua.
Mucha licencia te damos
para no conversar en Jaqi Aru.
Pero más seria es tu blasfemia:
el que no compadece a su prójimo,
abandona el temor de Shadday”.
¡No oscurece el desprecio a mi razón!
¿Qué animal representa al odio?
¿Quién convirtió en incendio
la fría luz de la inteligencia?
No hay remedio,
un defecto quedó en el barro:
el polvo de Adán no tenía Litio.
Tengo lástima del hombre enfermo
que en su demencia no reconoce
al Dios del cual es imagen.
“Compara tu silueta con la nuestra:
¿Qué parecido encuentras
sino que ambos nacimos del suelo
y que nuestro aliento es el aire que respiras?
Observa:
es el gas de la estirpe del Helio y el Hidrógeno,
hijo del Neón y nieto del Carbono,
fue parido por estrellas
para engendrar al Silicio
y emparentar con el Litio
por la antigua línea
de la nucleosíntesis”.
“¿Pretendes asemejarte a Shadday?
¿Qué sencilla geometría quieres aplicar
a su abstrusa y terrible simetría?
Juguemos pues, si así lo quieres:
Kunas kunas?
Construye una forma
que en disecciones caprichosas
mantenga en los fragmentos
la regularidad de la matriz.
Kunas akaxa?
Ármala, si puedes tú,
congénere de Riemann,
pariente de Escher
y al final encuentra
si hay un gránulo
en el que pueda caber...
tu imagen”.
Litigan con verdad,
montes burlones,
pero son tramposos
como un k’usillu.
Mucha ciencia adorna sus palabras
mientras usan la escritura
según su gusto y parecer.
Admito un mismo origen
pues en el cielo está
la débil huella
de una micro-onda,
como minúscula ola
que viaja en un océano
sin orillas ni fondo.
De este mar no hay mapas,
toda teología adivina su profundidad
pero las razones de su estructura
se repiten según raras atracciones.
Construir su figura no es posible
pues creada está ya.
“Hablas ahora con entendimiento,
cerca estábamos de irnos.
¿Sabes por qué llamaste al rayo?
¿Es tu mesa el mismo lugar
donde crees estudiar unos signos
ordenados y dibujados
con una ley incomprensible?
No eres ch’amakani
pero tu curiosidad nos agrada.
Atiende entonces
a los vientos de nuestra tempestad
que ahora van a disertar”.
“Una reunión sagrada hay en tu mesa,
en ella se intersecta
el plano del espíritu
y la línea perpendicular de tu vida:
es un punto ahora,
sin dimensiones,
sin origen ni dirección.
Apuntalado por nuestras cumbres,
en él se funden los mundos
de abajo y arriba,
Manqha-Pacha, Alax-Pacha.
¡Toque ahora el rayo
el corazón de la mesa!
¡Contempla el arder
de tanta condensación!
Y sin embargo
no hay cenizas ni te ciega el sudor...
¡¿Quién está aquí?!
¡¿Cuál es su nombre?!
–Amaina la tormenta,
el silencio espera,
cae la niebla de esta página–
Yo, el rayo y los montes respondemos:
“Somos el que ES”.
Fuente: LA PATRIA
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