Domingo 25 de noviembre de 2012
ver hoy
Una vez comenté que la falta de límites definidos, de los departamentos y municipios de Bolivia era causa o pretexto para enfrentamientos entre bolivianos. Mi interlocutor ocasional me desmintió y afirmó que el mapa político - administrativo del país había sido definido, desde tiempo atrás. Lo cierto es que no fue así y ahora van brotando, y agravándose los conflictos de límites.
Por otro lado, y supuesto que mis competidores los columnistas seguirán analizando los resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda llevado a cabo el pasado miércoles 21 de este mes, me dan tiempo para contarles a mis amables lectores una historia de fronteras. Concretamente sobre la línea divisoria entre España y Francia, concertada allá por el 16 de noviembre de 1659. Las negociaciones diplomáticas de aquella gestión, dieron lugar a que la “villa” de Llivia conformara hasta hoy un pequeño enclave español situado en territorio francés.
Los diplomáticos negociadores de ambos países habían acordado que todo territorio y sus habitantes, es decir los “villages” (“pueblos” en castellano) y las “ciudades” (“villes” en francés), situados al norte de la línea que ellos habían establecido quedarían “empadronados” como franceses; y los que estaban al sur de aquella frontera se inscribirían como españoles. Pero había una localidad, al norte de la frontera, que no era ni ciudad ni pueblo, ni “village” ni ville”, sino que, desde que el emperador Carlos V le otorgó el título de “villa” (en castellano) se la conocía con el nombre de Llivia. En total, 13 Kms. cuadrados de territorio y 1.700 habitantes, actualmente.