Jueves 22 de noviembre de 2012
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En el diario vivir, casi siempre hay encuentros con personas que hablan de todo, creen saber mucho y buscan que los demás lleguen a sus alturas; personas que por saber tanto, desprecian a los que creen que no saben nada; ciudadanos que sienten al país y pretenden que los demás sientan como ellos lo hacen pero imitándolos, teniéndolos como ejemplo.
Hay situaciones en que es difícil conciliar criterios con personas que ocupan altas funciones y que sienten que el cargo los hace más de lo que eran antes de asumirlo. Cuando se pregunta algo que concierne a las inquietudes de la población en general, piensan que deberían conocer lo que ellos saben y hasta los califican como poco responsables con lo que compete al país.
Difícil es comprender a determinados funcionarios que viven pendientes de lo que otros hacen y hasta los critican, pero sin fijarse que ellos tienen defectos y fallas más que sus víctimas de desconfianza y críticas.
Imposible es concordar sobre temas diversos de la realidad nacional o mundial con aquellos que están inmersos sea en el deporte o en la política, pero sin ver lo fundamental de ésta que debería incluir los intereses nacionales que afectan a todos. Cuando se les pregunta, responden con pedantería que eso interesa a pocos o a quienes buscan pretextos para criticar a determinada autoridad.