Al plantear esa posibilidad de realizar un censo sin pleno consenso ciudadano, la hipótesis se aproxima más a la duda que a la certidumbre de lograr el objetivo real de contar cuántos somos, cómo vivimos y hacia dónde van nuestros planes de desarrollo, mencionamos duda porque hasta horas antes de la fecha clave –21 de noviembre– se mantenían algunos focos encendidos en ciertas comunidades, rechazando la acción censal porque no se dispusieron las medidas necesarias para eliminar los problemas de límites territoriales.
En el caso de Oruro una resolución al cierre de la semana permitió, tanto al INE como al Ministerio de Autonomías, respirar profundamente gracias a la comprensión de la dirigencia cívica que estimó conveniente participar del censo, no por las advertencias oficiales de que población que no fuera censada no recibiría los recursos que le corresponden, sino para evitar un desfase en un programa nacional que le cuesta a los bolivianos y que algo positivo tendrá que mostrar en un corto tiempo, cuando se conozcan las cifras en general.
A propósito de tales cifras, la dirigencia cívica de Oruro y la responsabilidad de unos pocos asambleístas y parlamentarios definirá un seguimiento estricto, escrupuloso, detallado y objetivo de lo que muestre el INE, especialmente en las zonas en conflicto donde la comunidad anticipó su decisión de no admitir el cercenamiento de territorio que significaría un ostensible perjuicio en superficie y con seguridad en número de pobladores, situación que ojalá no se dé en la práctica fría de manejar cifras, por haber incurrido en el error de manejar una cartografía errónea que fue rechazada y no debía tomarse en cuenta.
Ya está muy claro que el objetivo del Censo está dirigido a saber cuántos somos los bolivianos, con qué restricciones vivimos y qué alternativas de esperanzas se plantearán más adelante para eliminar el déficit de servicios básicos, que son el principal elemento para dar seguridad de vida y bienestar a la población.
No hay que hacerse muchas ilusiones con algunas posiciones emergentes de las ideas surgidas en esquemas políticos del oficialismo con fuerte carga de intencionalidad en varias preguntas y cuyas respuestas van especialmente dirigidas a refrendar ciertos lineamientos del sentido de plurinacionalidad que rige en el país, aunque la identidad correcta de los bolivianos se descarta al no existir opción para decir claramente lo que uno siente en su autoidentificación.
Si mantenemos el convencimiento de que el Censo arrojará resultados más útiles a los planes de gestión pública, significa que post censo podamos hacer consenso para defender nuestros derechos y mantener activas nuestras expectativas, pues este instrumento tendrá que servir para poner los puntos sobre las íes y exigir con toda razón el cumplimiento de metas “sociales” equitativas y con sentido pragmático, por encima de intenciones meramente políticas.
En lo que se ha logrado algo de consenso, al filo del Censo, es que la mayoría de los bolivianos abrieron sus puertas a los encuestadores y de ahí adelante está la esperanza de que la contundencia de los resultados obligue a tomar acciones prácticas para beneficio de los sectores más deprimidos de la bolivianidad. Pasado el Censo no se necesitan más discursos, la exigencia será abierta y radical para que se solucionen los problemas, empezando por los conflictivos límites territoriales alterados, sabiendo que todos valemos porque todos contamos.
Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.