La ONU: Entre el fin de una guerra y el comienzo de otras
20 nov 2012
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
En las postrimerías de 1945 se podía pensar y creer que las guerras se habían acabado para siempre en un espíritu cargado de optimismo y hasta de cierta ingenuidad. El fascismo nazi había sido derrotado militarmente, pero no en el sentido político.
La primera organización internacional destinada a resguardar la paz mundial y proteger a los estados más débiles: La Sociedad de Naciones, nacida embrionariamente en 1919, fue destruida antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial por su manifiesta incompetencia en el cumplimiento de sus atribuciones fundacionales. Su peor error fue cohonestar la imposición de condiciones leoninas a Alemania al final de la Primera Guerra Mundial, un desastre que hizo posible el nacimiento y desarrollo de un engendro criminal que llevaría al Mundo a generar 60 millones de muertos entre 1939 y 1945, un régimen nazi que duraría, supuestamente, mil años con Hitler como fundador.
El organismo sustituto de la Sociedad de Naciones, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), no fue mejor. Sus propósitos, entre otros, enunciados en su Carta constitutiva de 1945, eran en lo fundamental el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales y el fomento de la amistad entre los pueblos, pero esa intención estaba impregnada de injusticias como la conformación de un Consejo de Seguridad con cinco miembros permanentes compuesto por Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, la Unión Soviética y China que ya marcaba diferencias insultantes. Y, en ese contexto, la Guerra de Corea, de 1950 a 1953, marca un episodio trascendental que convirtió a un organismo internacional en gendarme de los Estados Unidos. A título de garantizar la paz se intervino en una guerra civil interna y se propició el matonaje como forma de resolución de conflictos.
Hechos posteriores como masacres étnicas en África, la permisividad con los crímenes de Pol Pot en Camboya (Kampuchea), la destrucción de Yugoslavia, y la negación absoluta de derechos políticos en China demuestran absolutamente la naturaleza inútil de la ONU, que se ha convertido en un ente que representa los intereses más oscuros de potencias enfebrecidas por sus apetitos neocoloniales. Sus funcionarios en todo el Mundo perciben jugosos sueldos y bonificaciones abusivas en un sistema internacional azotado por las pandemias humanitarias. La resolución de conflictos es lo que menos le interesa, sino su agravación, para percibir dividendos inmorales.
Ahora, la ONU, azuzada por los intereses imperialistas de la OTAN, cuyo miembro “más distinguido y poderoso” es Estados Unidos, no duerme tranquila y se frota las manos por avalar una intervención militar criminal en Siria que trastocaría totalmente el equilibrio de fuerzas políticas en Medio Oriente a título de defensa supuesta de los derechos humanos, los que en realidad le importan mínimamente. Lo que la ONU apoyó y en parte organizó en Libia, país próspero pasado y laico por excelencia, que no permitía el totalitarismo religioso, se convirtió en un infierno dominado por roscas y pandillas regionales armadas por las potencias imperialistas y sus aliados de la zona petrolífera: Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y hasta Omán y Bahrein.
Critican a la ex Libia, ya no existe como país independiente y unido, y a Siria su oposición a las políticas neocoloniales de Occidente (o sea Estados Unidos y sus aliados), su supuesta falta de respeto a los derechos humanos que sus aliados de las monarquías del Golfo Pérsico no respetan. Y ahora se encuentran con que un régimen parcialmente totalitario como el de Siria no cae y por ello pretenden acabarlo militarmente. El hecho de que Rusia y China se opongan a la intervención militar encubierta no significa que sus prácticas sean realmente democráticas, que en sus propios países destrozan. Simplemente que la población de sus propios países les podría crear graves problemas de gobernabilidad. Los musulmanes son fuertes en regiones de esos países. Además, en Latinoamérica, la ONU apoya regímenes totalitarios construidos a partir de una coyuntura internacional favorable económicamente, pero insostenible a mediano y largo plazo por sus propuestas demagógicas que pretenden hacer de los pueblos limosneros y no productores de cambio.
Finalmente, al no cumplir sus objetivos primarios, es decir de constitución, la ONU debe ser disuelta o reformada profundamente hasta el punto que la Humanidad pueda vivir en paz y con desarrollo a largo plazo para todos los seres humanos.
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