Lunes 19 de noviembre de 2012

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Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, no deja de sorprender. En los inicios de su gestión claramente buscó distinguirse de su predecesor “Lula” da Silva sin perder el sentido de fidelidad al Partido de los Trabajadores y a su mentor. En otro rasgo destacado se hizo eco del clamor popular de lucha contra la corrupción y, en este sentido, dio muestras de firmeza al aceptar la salida de algunos de sus cercanos colaboradores acusados de prácticas corruptas.
Más recientemente expresó su decidido respeto a la libertad de expresión cuando ante un auditorio declaró “es preferible el ruido de la prensa al silencio sepulcral de las dictaduras”. La presidenta, por experiencia propia, sabe de la importancia de la libertad de expresión en la vida democrática, porque a través de las avenidas de la comunicación el pueblo puede expresarse y decirle al gobierno sobre lo bueno de su gestión o hacerle ver los errores.
La prensa, en este sentido, es el vehículo para mostrar en la vida cotidiana la radiografía de la sociedad con un rol informativo y fiscalizador de los tres poderes, los grupos de presión, partidos políticos, empresariales, denuncia de los casos de corrupción y delincuencia en sus diferentes manifestaciones.