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Domingo 18 de noviembre de 2012

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Revista Dominical

La crudeza de los cuentos populares de hadas

18 nov 2012

Fuente: LA PATRIA

Por: Ximena Miralles Iporre

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Me llamó mucho la atención cuando leí un artículo de Víctor Montoya acerca de la prostitución, pues el autor afirma que ese oficio no era mal visto, al contrario, los hombres, quienes “controlaban la superestructura social” la fomentaban.

Cuando realicé la tesis de grado para optar a la Licenciatura tuve acceso a los cuentos populares de hadas “originales”, aunque ya traducidos al español, en aquellos escritos las historias muestran ciertos elementos con bastante crudeza.

Mi atención se centró en el personaje del padre del cuento de La Cenicienta, pues en la película de Walt Disney la protagonista principal era huérfana de padre y madre, por lo que vivía con su madrastra, quien es mala y abusiva con ella, al igual que sus hijas, las hermanastras; sin embargo en el cuento “original” el padre no muere, entonces llegué a preguntarme ¿por qué el padre permite que maltraten a su hija?, ¿por qué no dice nada cuando la madrastra intenta sabotearla para que no se case con el príncipe?, ¿por qué permite que el príncipe, a quien ha visto una sola vez se lleve a su hija?

Cuando el príncipe al percatarse que ninguna de las hermanastras era la novia que estaba buscando pregunta al padre ¿No tenéis otra hija? El padre contesta: “No, sólo de mi esposa difunta queda una Cenicienta pringosa; pero no es posible que sea la novia” y cuando el príncipe insistió para que la llamasen la madrastra dice: “¡Oh, no! ¡Va demasiado sucia! No me atrevo a presentarla, lo que muestra que ni el padre valora tanto a su hija verdadera como para pensar que ella, pese a su aspecto físico podría ser la novia que el príncipe buscaba, por considerarla digna de él, por sus atributos espirituales.

En la mayoría de esos cuentos como Blancanieves, Cenicienta, la Bella Durmiente y otros similares, el rol del padre es casi invisible, extraño para una sociedad en que los hombres tienen el control dentro y fuera de la familia.

Al leer el artículo de Montoya caí en la cuenta de que ciertas cosas que son mal vistas en nuestro tiempo en otrora eran totalmente aceptables o inclusive constituían un honor para las familias, y, al fin y al cabo los cuentos populares son el reflejo de esas sociedades, se contaban historias verídicas porque su función era ayudar a los niños en su crecimiento y transición hacia la edad adulta.

Bruno Bettelheim en su libro Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas señala, “en toda <> -con raras excepciones- no hay nada que enriquezca y satisfaga tanto, al niño y al adulto, como los cuentos populares de hadas. … de los cuentos de hadas se puede aprender mucho más sobre los problemas internos de los seres humanos, y sobre las soluciones correctas a sus dificultades en cualquier sociedad”.

En la antigüedad, las mujeres, mientras realizaban sus quehaceres en conjunto iban contando historias a las más jóvenes, los temas tabú, como la sexualidad, sobre la menstruación y la concepción eran tratados con símbolos, metáforas y/o eufemismos que enriquecían las historias(1).

El papel que se le asigna al padre dentro de esas historias aparentemente es el de un ser permisivo que pudiendo intervenir para evitar a su hija un sinfín de sufrimientos no lo hace, pero en el fondo se trata de ayudar a las niñas a entender que no siempre contarán con el apoyo de sus padres, que ellas deben aprender a ser independientes y a solucionar con inteligencia los problemas que se les presentan en la vida.

En el cuento de La Cenicienta, por ejemplo, las hermanastras, para lograr el objetivo de casarse con el príncipe llegan a mutilarse partes de sus pies, luego vienen unas aves y les quitan los ojos, las dejan ciegas. En Blancanieves, la reina, bruja, intenta matar a la protagonista en tres ocasiones y al final es ella quien queda condenada a una vida de tortura.

A pesar de la crudeza con que se muestran ciertos elementos como la mutilación y otros, los cuentos de hadas siempre le aseguran al niño un final feliz para el o la protagonista, por lo que el pequeño se identificará con ese personaje y tendrá la esperanza de que en su vida, aunque éste vea sólo oscuridad en algún momento contemplará la luz y sus dilemas terminarán.

“Si explicamos a un niño por qué un cuento de hadas puede llegar a ser tan fascinante para él, destruimos, además, el encanto de la historia, que depende, en gran manera, de la ignorancia del niño respecto a la causa que le hace agradable un cuento”, señala Bettelheim.

Es por eso que, los cuentos son elaborados de tal manera que le entrega al niño o niña un mensaje sin necesidad de explicarle nada, con todos los elementos para que éste, de acuerdo a sus vivencias lo interprete, valore y utilice de la manera que mejor se ajuste a su realidad.

Por otra parte, según el autor de Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas, “las interpretaciones de los adultos, por muy correctas que sean, privan al niño de la oportunidad de sentir que él, sin ayuda alguna, se ha enfrentado satisfactoriamente a una difícil situación”.

El mismo autor asegura que los niños no se interesan en qué es lo que está bien o qué está mal, sino que se preguntan “a quién quiero parecerme”, buscan un modelo a seguir, por lo que se identificarán siempre con algún personaje de los cuentos de hadas y por lo general lo hacen con el protagonista de la historia.

“Los cuentos de hadas, a diferencia de cualquier otra forma de literatura, llevan al niño a descubrir su identidad y vocación, sugiriéndole, también, qué experiencias necesita para desarrollar su carácter”, afirma Bettelheim.

Los cuentos adornados o distorsionados proporcionan una idea de la vida fuera de la realidad y son sólo historias superficiales, tal como señala Bettelheim, por eso es que, pese a mostrar escenas que se pueden considerar como “fuertes” para los niños, es necesario mantener esa esencia y dejar que los mensajes les lleguen sin atavíos.

Además, una buena forma de ayudar a los pequeños en su transición de la niñez, pasando por la adolescencia hacia la adultez, es proporcionarles cuentos populares de hadas, que con todos sus elementos les asegurarán que no hay peligro en crecer, al contrario, cuando alcancen la madurez en la vida alcanzarán su felicidad al ser independientes y libres de vivir como crean conveniente.

(1) Barthelemy Dominique, De la Europa Feudal al Renacimiento, citada en la tesis de grado: La Mujer Clásicamente Femenina y su Relación con los Cuentos de Hadas (Análisis Semiótico), Ximena Miralles Iporre

Bibliografía: Bruno Bettelheim, Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas, Editorial Grijalbo, 1988

Fuente: LA PATRIA
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