Jueves 15 de noviembre de 2012
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No pasa desapercibida la inveterada costumbre de nuestro Canciller de rendirle culto a la piedra, atribuyéndole una serie de virtudes y facultades que, hasta que se entronizó el proceso de cambio en el poder, nos eran totalmente ignotas.
Desde su insólita aseveración de conferirles sexo, dejando a nuestra fantasía la forma en que estos guijarros harían práctica de él, no hay discurso o arenga en los que no invente una nueva propiedad, combinando sus profecías con agüeros sobre todo tipo de acontecimientos y propiedades de cuanto espécimen vegetal o mineral se le pasa por el caletre. Sean sus profundos conocimientos sobre el poder afrodisíaco de la papalisa o las virtudes de la coca como poderoso elixir para combatir las dispepsias, flatulencias y meteorismos, o su insondable enemistad con la Coca Cola, condenada a desaparecer en este próximo solsticio de verano, de acuerdo a sus conocimientos metafísicos de la cultura Maya y todos los vaticinios de este canciller nigromante que nos desconcierta.
Lo interesante del caso, y algo muy digno de emular, es la habilidad de desviar la atención de los bolivianos de problemas y escándalos que asolan nuestro cotidiano existir, para no aclarar y responder por ejemplo: cómo la fortuna de S.E. se ha incrementado de manera tan contundente estos últimos años, con el riesgo de ser pasible y víctima de la ley de extinción de dominio, próxima a dictarse.