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Domingo 11 de noviembre de 2012

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Cultural El Duende

El arte de Gonzalo Cardozo

Las piedras como memoria

11 nov 2012

Fuente: La Patria

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Con Gonzalo Cardozo nos conocemos desde el colegio pero somos amigos y compadres desde los últimos 20 años. Con ello no sólo quiero subrayar una amistad entrañable con él y su esposa María, y por supuesto con sus cinco hermosas hijas, sino también el hecho de que soy testigo de la evolución que ha seguido su capacidad creadora y su propuesta artística. Como la mayoría de los artistas en cualquier expresión, el principio son balbuceos, búsquedas, indagaciones, desencuentros, dolor, insatisfacción, asombro. Todo ello se ve plasmada en la extensa obra escultórica de Gonzalo Cardozo que sin denuedo ha continuado por un sendero que es muy apetecido por todos los artistas pero no muy frecuentado: el de la persistencia y la continuidad. A eso debemos sumar el hecho de que él y su familia han construido la cultura familiar donde el arte y la cultura son un modo de vida y no un pasatiempo o una labor de fin de semana, como para muchos de nosotros. Y eso se refleja en su casa: no hay espacio donde uno pose la mirada que no haya una obra de arte, un objeto que llame la atención, un guiño mágico. Tanto así que hoy en día es, además del taller, un museo familiar abierto al público donde el visitante puede apreciar parte de la obra de Gonzalo y de la familia así como una pinacoteca con pinturas de los más destacados pintores nacionales y además, objetos de anticuario, arte popular, arte indígena y otros. Lo que además está en pleno movimiento y mudanza por nuevos objetos que se van sumando a las paredes ya abarrotadas de pinturas y objetos diversos, a los muebles; al techo.

En ese ambiente Gonzalo Cardozo urdió un buen día el mágico llamado de la esfera. Y comenzó a tallar esferas con todo tipo de piedras. Piedras que sirven para la construcción, para patios, piedras que están en los zaguanes, en las puertas, en los cerros aledaños de Oruro, piedras comunes que nada dicen de su canto en las quebradas, en los riachuelos, en las orillas de ríos hoy ya muertos. Ésas son las piedras que llegaron a las manos del artista, las que un albañil diestro cubre con cemento para luego colocar la cerámica o el ladrillo. En una labor contraria, Cardozo las desnuda, les quita ese ropaje rústico de canto rodado gris y milenario, bucea en la búsqueda de un alma que proviene del origen del tiempo, cuando eran líquido de un universo incandescente y febril. Y en un acto de poesía y magia, esa piedra con la que se tranca la puerta o sostiene el palo de un toldo, es una hermosa esfera con jaspes casi dorados y líneas rojas y sepias que cruzan el ecuador, es un planeta entre las manos, un bola que en el principio fue magma y es ahora la memoria de la creación. Casi con la obsesión de un niño que busca desentrañar todos los secretos que guardan esas piedras en su centro, Cardozo inició también un largo camino de una explicación a esa ya imparable tarea que se había propuesto. Y las esferas comenzaron a salir de sus manos en búsqueda de sentidos. Pronto las esferas encontrarían soportes tanto materiales como filosóficos y literarios. Borges sería uno de los primeros en cruzarse por el camino de Cardozo, luego vendrían otros más, para quienes la esfera tiene que ver con Dios y con las formas primigenias del universo. Así fue creciendo en propuesta y en apuesta el arte de Cardozo. El metal, hermano de la piedra, se sumó al sueño del artista y pronto el escultor sabría cuál era el sentido de tan profusa producción de esferas y esculturas: La esfera es la memoria del planeta me dijo alguna vez .. Era una verdad sencilla y profunda porque el canto rodado le había hablado de tanto sentir que sus manos buscaban una respuesta a su sana locura.

Entre paréntesis, la esfera no sólo ha sido preocupación de filósofos, poetas, artistas, geógrafos y constructores, sino también de civilizaciones como las más antiguas de Centro América y México de las que se sabe muy poco pero cuyo legado son esferas de piedra de gran tamaño que la leyenda dice que las hicieron por orden de los dioses. Así, Cardozo no sólo nos conecta con una reflexión sobre el destino del planeta en nuestra manos como especie sino con nuestros antepasados, para quienes quizá sí fueron parte de una memoria que debiera perdurar y que hemos olvidado: la de vivir en armonía con el universo y ser una humilde parte del mismo.

Así, con el tiempo entre la piedra y el metal, Gonzalo Cardozo ha ido madurando su obra hasta llegar a expresiones de una plasticidad e intensidad que no deja de decirnos que somos parte de un todo y que debemos buscar el camino de retorno al equilibrio entre la especie y su única casa, su único hogar, la esfera llamada Tierra. Así nos propone lunas, guardianes, cruces, pasos de agua y aire, sentidos y más sentidos para este hacedor de estrellas.

Yo estoy contento con la madurez a la que ha llegado Gonzalo, lo que le abrirá seguramente otros universos, más provocativos y más hermosos. Cuando vi la escultura Cruz de Mayo sentí una alegría enorme por la calidad estética a la que ha llegado este artista amigo que, junto a su familia, ha sido fiel a su pulsión vital de búsqueda incansable de respuestas a viejas preguntas como ¿quienes somos?, qué hacemos aquí?, ¿cuál nuestra misión en nuestro planeta, en nuestra casa?

Creo que ha encontrado parte de las respuestas y nos la entrega con la generosidad, la sencillez y la pasión que le ha caracterizado toda la vida. ¡Jallalla hermano Gonzalo!

René Antezana Juárez. Oruro, 1953.

Poeta, periodista y gestor cultural.

Fuente: La Patria
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