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Domingo 11 de noviembre de 2012

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Cultural El Duende

Corazones de arroz

11 nov 2012

Fuente: La Patria

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Día de la madre

Como en todas partes del mundo, también en Bolivia celebramos días recordatorios a personas, profesiones, fechas religiosas y conflictos bélicos. Estas fechas son tomadas muy en cuenta por la población, especialmente si, además, se las declara feriados. Por supuesto que esto también sucede en otras partes del mundo, empero, nosotros debemos ser los que menos lo hacemos.

Solamente tenemos el día de San Roque, el día del árbol, el del maestro, el del plomero, el de dentista, el del comerciante, el del trabajador, el del niño, el del anciano, el del padre, el del fabril, el del minero, el del campesino, el de la enfermera, el del estudiante, el del farmacéutico, el del artesano… y, por supuesto, también el de la madre.

En ese glorioso día, que en nuestro territorio se celebra el 27 de mayo, la madre es blanco de todas las atenciones habidas y por haber. En los colegios los profesores ya dirigen sus afanes hacia ella a fines del mes de abril, dando de tarea a los pequeños coser unos complicados y morosos disfraces que lucirán ese día en una hora cívica preparada especialmente, bailando para la mamá. Algunos ensayos tendrán lugar en horas de clases, pero será inevitable tener que quedarse horas extras para prácticas completas. Por lo tanto, se ruega a las señoras mamás enviar a sus niños con un refrigerio los días lunes, miércoles y viernes. Desde ese día empieza la competencia culinaria, pues mi hijo me cuenta que Pablito llevó chicharrón de pollo. A ése sí que lo quiere su mamá. Yo también quiero que el miércoles cocines eso. Todo esto es extra, pues los otros hermanos y el padre tienen horario diferente y gustos distintos.

A la hermana del medio le dieron la tarea de fabricar una tarjeta para ese grandioso día. Desde ese momento insiste en que sea yo misma la que la acompañe a la librería para adquirir el material. De todos modos debo salir para comprar lo necesario para el disfraz, así que mataré dos pájaros de un tiro; desde luego que no permitiré que mis retoños se pongan a lidiar con la máquina de coser. Sé que pasaré, algunas, varias, muchas (mis habilidades de costurera dejan mucho que desear) tardes y noches, cosiendo el mencionado disfraz, pero todo sea por mis corazoncitos de arroz. Hace falta tela, agujas, dedal, más tela, hilos de todo color, cartulina, colores, tinta china, marcadores, goma de pegar, papel lustre, etc., etc., etc. Una buena madre (?) debe robarle tiempo al tiempo. (Siempre he envidiado a las mamás del planeta Venus, quienes, según sé, disponen de 345 horas en un día en lugar de nuestras cortas 24). Me acicalo lo mejor que puedo para salir a la calle (cosa que no hago en mucho tiempo) y aprovecho la ocasión para hacer una que otra diligencia más: Debo ir a prestarme dinero de mi comadre, para realizar las compras para el día de la madre. ¡Lo malo es que mi comadre también es madre y vaya a saber uno en qué afanes anda ella tratando de conseguir recursos! Demoro toda la santa tarde, pues es difícil encontrarla, pero tengo suerte. Lo difícil después es encontrar rápidamente una movilidad. El tráfico es cada vez más indomable, desagradable, maloliente y bullicioso.

Sin querer observo que las tiendas están repletas de regalos para la mamá: ollas, sartenes, exprimidoras de jugo, cocinas, refrigeradores, más cacerolas, hermosas teteras, más juegos de ollas, en fin, todo, para simplificar, facilitar y ahorrarle trabajo a la reina del hogar.

Un día después viene el hermanito menor y me dice que su profesora le pidió que escriba un acróstico para el día de la madre. ¿Qué es un acróstico, mamá? Y como empezar a explicárselo tomaría mucho tiempo, me dispongo anímicamente a escribirme a mí misma un poema, lo cual me llevará algún tiempo, pero… ya puedo estar contenta que no tengo que recitar los versos, aunque claro, tendré que pasar algunas horas haciendo aprender a mi benjamín el poemita de memoria.

Sacando energías de donde no hay, coso y coso, y al mismo tiempo ayudo a la hija del medio. A ésta se le cae la tinta china sobre la alfombra clara de la sala. Inmediatamente salto a traer agua, jabón y algún mágico elemento para hacer desaparecer la mancha. La tarjeta hay que comenzarla de nuevo, pero ya se hace tarde, la pequeña debe recuperar energías e irse a la cama. Yo ya terminaré el trabajo. Y así, esa noche me quedo casi hasta la madrugada.

Luego viene mi otro hijo y me dice que en su curso también piensan hacer un agasajo a las mamás, pues no pueden quedar indiferentes ante tan magna fecha. Para tal acontecimiento cada alumno debe llevar un queque. Ellos lo llevarán, sí. Pero, ¿quién lo hará? La tarde del 26 hay que poner manos a la obra, sacar la harina, los huevos y el polvo para hornear, dar las últimas puntadas al disfraz para que quede listo, y al hacer todo esto, oír al hermanito menor recitar su poesía. Le indico algunos ejercicios muy efectivos de nemotecnia, le digo que no se ponga tan tieso, que haga algo de mímica, sin gesto, (¿con gestos, sin mímica?), aplique una correcta entonación y se presente con mucho garbo; a la vez atiendo la temperatura del horno.

¡Y por fin llega el gran día! La mamá, es decir yo, me levanto más temprano que de costumbre para poder planchar el disfraz, dejarlo liso, sin una arruga, planchar el terno azul, ya algo chico y encogido, del hijito menor, para que pueda recitar su composición dentro un marco de sobriedad y elegancia. Con el orden reinante que hay en la casa, buscar un bonito sobre para poner la tarjeta es cosa de un santiamén. Inmediatamente después despierto a mis vástagos y los aliento para ir al baño, mientras me dispongo a poner la mesa, con algo de fruta, jugo y vitaminas para que mis corazones de arroz puedan rendir bien en el colegio. No debo olvidar de darle al menorcito NXNemoMemtec para que pueda recitar bien el acróstico durante la hora cívica. Pero, ¿qué pasa con los chicos? Vuelvo al dormitorio y encuentro a todos ellos nuevamente dormidos. ¡No puede ser! Tienen que levantarse ya. ¡Levántense, ya es hora! ¡Llegarán atrasados al colegio! Los chicos pegan un salto al unísono, se visten con rapidez, dos de ellos alcanzan a mojarse la nariz, para los otros ya es demasiado tarde. Salen corriendo de la casa, sin despedirse siquiera.

Después de cerrar la puerta, me doy cuenta que se han olvidado llevar las cosas para la hora cívica. Salgo a toda velocidad de la casa, con chinelas y ruleros, aún en bata de cama. Corro al trote detrás de ellos y me hago oír a gritos. Mis corazones de arroz toman las cosas sin siquiera darme las gracias, aunque el menorcito me dice: Mamá, no te olvides de asistir a la hora cívica. Empieza a las 10 en punto. Toma algo de mi NXNemoMemtec. Yo, aún jadeante, apenas atino a asentir con la cabeza, mientras veo pasar dentro un taxi a otra mamá del curso de los disfraces, tratando de enhebrar una aguja para terminar de coser los botones del traje.

Al volver al hogar dulce hogar, me echo en la cama sólo por 10 minutos, para recuperarme de mis ejercicios matinales. Le digo a mi corazón de arroz que me despierte antes de salir al trabajo. Él me da un besito, no responde ni sí ni no. Me abraza fuertemente y dice que está muy orgulloso de que yo sea la madre de sus hijos, y se marcha. Es así que despierto sobresaltada, aún soñando que el regente del colegio de mis corazoncitos de arroz toca una pesada campana llamando a la hora cívica. Miro el reloj… y constato espantada que son las dos de la tarde..

Fuente: La Patria
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