Chile, Bolivia, Argentina, Perú, Ecuador y Panamá han pasado por procesos en los cuales un sector de las FF.AA. hace un golpe que se proclama nacionalista o socialista y que gobierna con una agenda populista, crítica a EE.UU. y apoyada en los principales sindicatos.
En todos esos casos, dichos cuartelazos fueron efímeros o, si duraron, terminaron siendo depuestos luego por un ala anticomunista del ejército. El ecuatoriano Lucio Gutiérrez, el peronismo argentino, el MNR boliviano, el socialismo chileno y el torrijismo panameño luego en la oposición se han moderado y pasado hacia posiciones pro-libre mercado.
Lo que distingue al caso venezolano es que el ala socialista de sus FF.AA. ha logrado estabilizarse en palacio, al cual no llegó mediante las botas sino a través de los votos. Tras dos intentos de golpe fallido a inicios de los 1990, Chávez fue capaz de ganar las elecciones generales de fines de 1998 y desde entonces hasta hoy seguir allí hasta haber conseguido un cuarto mandato constitucional que le permite legalmente mantenerse en palacio durante 20 años consecutivos.
Las juntas nacionalistas o socialistas arriba descritas tomaron, administraron y perdieron el poder por la vía militar. En Perú 1968-75 los uniformados dominaron el gabinete, aunque en varios de los otros casos se permitieron ministros civiles o sindicalistas. En todos esos casos, la legitimidad se buscaba a través de un discurso ideológico o del apoyo de organizaciones campesinas, laborales o barriales.
Chávez, en cambio, ha evitado ser depuesto militar o constitucionalmente al haberse legitimado siendo electo y reelecto mediante las urnas.
También ha hecho gabinetes esencialmente civiles.
El ala "socialista" de las FF.AA. venezolanas, en vez de ejercer directamente el poder mediante una junta, ha logrado varias ventajas manteniéndose como el poder tras la sombra.
El socialismo militar venezolano ha evitado ser un episodio corto en la historia de su país (como ha pasado en el resto de los Andes) y el haber devenido en una dictadura (como en Libia, Siria o Iraq) que abre las puertas a una guerra civil o a una intervención bélica extranjera.
El chavismo no ha experimentado un proceso de derechización, pues no ha sido empujado hacia la oposición, tiene una fuerte reserva monetaria con altos precios petroleros y concibe que un mayor estatismo y populismo puede, por ahora, ser su mejor perspectiva.
La estrategia de Capriles, alimentada por sectores demócratas de EE.UU. y por la socialdemocracia, consiste en evitar que el chavismo se radicalice promoviendo una oposición que acepte varias de sus reformas y que trabaje para ir desafilándolo a fin de luego suplantarle.
Los republicanos de EE.UU. podrían volver a la Casa Blanca proponiendo medidas más duras ante el chavismo aunque ello, si logran ganar los comicios, pudiese, más bien, producir el efecto contrario que Bush generó y hacer que se radicalicen los "socialistas del siglo XXI".
(*) Analista Internacionawww.bigio.org
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