Estadísticas que se conocen a nivel externo y sólo en la zona de Sudamérica muestran un alarmante índice de consumo de leche en Bolivia, que en promedio llega sólo a 30 litros del elemental líquido por ciudadano y por año. El hecho para vecinos de otras latitudes es de verdad preocupante, sabiendo además que en el país existe una excelente producción de leche y derivados lácteos, pero de poco consumo masivo.
Otras cifras, menos mal de control interno, reflejan que ciudadanos comunes y de manera especial en algunas ciudades, consumen más de 30 litros de cerveza en menos de una semana y hay quienes consumen más de 100 litros de gaseosas diversas en un mes… pero leche apenas y a regañadientes algo más de 30 litros por año.
El producto que se obtiene de manera natural en algunas zonas ganaderas y agrícolas pasa por un proceso de pasteurización para su venta masiva en la población, sin quitar los grandes ingredientes benéficos especialmente el calcio y otros elementos que “hacen fuertes” de manera especial a los niños y jóvenes y que otorgaría grandes beneficios a la salud de los adultos si se haría costumbre el consumo de leche o en el desayuno o poco antes de dormir, en ésta última instancia inclusive como un “tranquilizante” natural.
Mucho se habla de los beneficios de la leche, conocidos por siempre pero poco aprovechados en circunstancias normales de alimentación como sucede por ejemplo en otros países donde su consumo, sin necesidad de ser obligatorio, es parte natural de la dieta diaria, imprescindiblemente en los niños y en el otro extremo de la tercera edad.
Datos sobre el consumo de leche en países vecinos muestran que en el Perú el consumo de leche por persona es de 60 litros por año, el doble que en el nuestro, mientras que en Brasil se consume 162 litros, 132 litros en Chile, 264 en el Uruguay, 140 litros en Colombia y 70 en Venezuela, mientras que en la Argentina el consumo sobrepasa los 200 litros. Una recomendación de la OMS señala que cada persona debiera consumir como mínimo 182 litros de leche por año, un promedio de casi 0,50 de litro diariamente.
Estamos lejos de ese consumo, pese a que se trata de un nutriente muy importante para la salud y que por diversas razones escapa a su dotación como suministro cuando en verdad tras la “leche materna” tendría que definirse como norma la leche de vaca en el hogar pero especialmente como parte del menú diario en la dotación por ejemplo del desayuno escolar.
Hay contingencias particulares, problemas de rechazo biológico o condiciones que deben merecer tratamientos especiales, pero de manera general las autoridades deberían mediante grandes campañas mediáticas concienciar a la ciudadanía para priorizar el consumo de leche, como refresco, como una ideal combinación energética, como parte de los nutrientes diarios, además para aprovechar un producto que tenemos en cantidad y no lo utilizamos adecuadamente.
La salud es lo primero y más allá de su saludable efecto entre niños, jóvenes y personas de la tercera edad no estaría mal motivar su benéfico uso para calmar la sed sanamente frente al desproporcionado uso de todo tipo de bebidas. Hay un pequeño problema de precio, pero se entiende que a mayor consumo la estrategia baja los costos de producción.
Fuente: La Patria
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