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Domingo 04 de noviembre de 2012

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Revista Dominical

Tú no estás lejos

04 nov 2012

Por: Bernardino Zanella

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Muchos intereses y muchas exigencias nos presenta la vida. Pero, ¿qué es lo más importante, que puede armonizar y dar sentido a todo? Recibimos muchas presiones externas, de agentes económicos, culturales, religiosos. ¿Cómo podemos discernir lo que nos sirve más, para nuestra plena realización?

Leemos en el evangelio de san Marcos 12, 28-34:

“Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: ‘¿Cuál es el primero de los mandamientos?’. Jesús respondió: ‘El primero es: ‘Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No hay otro mandamiento más grande que éstos’. El escriba le dijo: ‘Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios’”.

“Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”.

Un abogado del templo de Jerusalén, acostumbrado a las disputas sobre distintos aspectos de la Ley de Moisés, después de escuchar a Jesús, quiere conocer su opinión sobre qué mandamiento él consideraba el más importante. Las opiniones entre los expertos eran diferentes. Jesús le recuerda la vocación original del pueblo de Israel, como se encontraba en el Deuteronomio y se repetía todos los días en la oración: “Escucha Israel”: un pueblo llamado a dar a Dios la prioridad absoluta, a escuchar su voz y obedecer a su palabra: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”. Volver a centrarse plenamente en Dios, que es vida, plenitud, fecundidad: abrirse a un amor que nos amó primero; una relación con Dios que no nace de la esperanza de conseguir favores o del miedo del juicio y del castigo: “Amarás”.

Con esto, Jesús habría contestado a la pregunta del abogado sobre el primer mandamiento. Pero agrega algo que no había sido pedido, un segundo mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Para evitar que el cumplimiento del primer mandamiento se redujera a la práctica religiosa y a la solemnidad de los ritos, vaciando el verdadero culto a Dios, Jesús recuerda que el amor a Dios no puede ir separado del amor al prójimo. Y el amor al prójimo tiene una medida: “Como a ti mismo”. Si a Dios hay que amarlo absolutamente y totalmente, al prójimo hay que dedicarle el mismo cuidado y cariño que uno dedica a su propia integridad y a su propia vida. Las energías que se gastan para construir el bienestar propio y de la propia familia, tendrán que ser gastadas también para crear el bienestar de los demás, superando cualquier forma de egoísmo personal o de grupo. El culto a Dios pasa del templo a la vida. Este es el proyecto de Dios ya revelado en el Antiguo Testamento, que el abogado que interrogaba a Jesús reconocía y compartía.

El diálogo podría considerarse concluido con común satisfacción. En cambio, Jesús envía a ese hombre un mensaje que podría cambiarle la vida: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. ¿Qué le falta para ingresar a ese Reino de Dios de que habla Jesús? Una sola cosa: seguir a Jesús, hacerse su discípulo y asumir una nueva medida del amor: no solamente amar a los demás “como a sí mismo”, sino amar como Jesús, hasta dar la vida: “Como yo los he amado”.

El evangelio de Marcos no nos informa si el abogado percibió y aceptó la delicada invitación indirecta de Jesús. Le interesa la respuesta de la comunidad a esa la invitación.

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