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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Fiesta de Todos los Santos - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
El día de Todos los Santos cuenta un milenio de popular y sentida historia y tradición en la vida de la Iglesia. Fueron los monjes benedictinos de Cluny quienes expandieron esta festividad. En este día celebramos a todos aquellos cristianos que ya gozan de la presencia de Dios, que ya están en el cielo. De ahí, su nombre: el día de Todos los Santos.
Santo es aquel cristiano que, concluida su existencia terrena, está ya en la presencia de Dios, ha recibido "la corona de la gloria que no se marchita". Pues, los santos son siempre reflejos de la gloria y de la santidad de Dios. Son modelos para la vida de los cristianos e intercesores de modo que a los santos se pide su ayuda y su intercesión. Son así dignos y merecedores de veneración.
En este Día se recuerda todos los santos, también los anónimos. También nosotros somos llamados a ser santos. Esta es nuestra vocación. Se trata de una llamada apremiante a que vivamos todos nuestra vocación a la santidad según nuestros propios estados de vida, de consagración y de servicio. En este tema insistió mucho el Concilio Vaticano II. El capítulo V de su Constitución dogmática "Lumen Gentium" lleva por título "Universal vocación a la santidad en la Iglesia".
Y es que la santidad no es patrimonio de algunos pocos privilegiados. Es el destino de todos, como fue, como lo ha sido para esa multitud de santos anónimos a quienes hoy celebramos.
La santidad cristiana consiste en vivir y cumplir los mandamientos. "El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado del prójimo". (Benedicto XVI)
La santidad se gana, se logra, se consigue, con la ayuda de la gracia, en tierra, en el quehacer y el compromiso de cada día, en el amor, en el servicio y en el perdón cotidianos."
En fin, el día de Todos los Santos nos habla de que la vida humana no termina con la muerte sino que abre a la luminosa vida de eternidad con Dios. El día de Todos los Santos es la catequesis y celebración de los misterios de nuestra fe llamados "novísimos": muerte, juicio, eternidad.
Y por ello, al día siguiente a la fiesta de Todos los Santos, el 2 de noviembre, celebramos, conmemoramos a los difuntos. Es día de oración y de recuerdo hacia ellos. Es día para saber vivir la vida según el plan de Dios. Es día, como el día, en el que la piedad de nuestro pueblo fiel visita los cementerios. Todo el mes de noviembre está dedicado especialmente a los difuntos y a las ánimas del Purgatorio.
Al rezar por los muertos, la Iglesia contempla sobre todo el misterio de la Resurrección de Cristo que por su Cruz nos obtiene la salvación y la vida eterna. La Iglesia espera en la salvación eterna de todos sus hijos y de todos los hombres. Las oraciones de intercesión y de súplica que la Iglesia no cesa de dirigir a Dios tienen un gran valor. El Señor siempre se conmueve por las súplicas de sus hijos, porque es Dios de vivos. La Iglesia cree que las almas del purgatorio son ayudadas por la intercesión de los fieles, y sobre todo, por el sacrificio del altar Eucaristía, así como por la caridad y otras obras de piedad.
Debemos rezar con fervor por los difuntos, por sus familias y por todos nuestros hermanos y hermanas que han fallecido, para que reciban la remisión de las penas debidas a sus pecados y gocen de la Vida eterna en la Casa de Dios. Cuando preparamos las tumbas en nuestra casa, prendemos las velitas y elevamos las oraciones - sufragios por las almas de nuestros seres queridos que ya han terminado su peregrinar en esta tierra, encomendamos su alma a la misericordia de Dios, esperando que nuestro Señor les perdone sus pecados que han cometido en su vida terrenal y les reciba en su Gloria.
Lamentablemente en distintos lugares de nuestra Patria, particularmente en los colegios y escuelas, al acercarse la Fiesta de Todos los Santos, se promueve Halloween. Debemos saber que esta es la antigua costumbre anglosajona que celebra la noche del terror, de las brujas y los fantasmas. Halloween marca un triste retorno al antiguo paganismo.
Aparte de sus costumbres oscuras, de pánico y susto, Halloween ha promovido una cultura de consumo que propicia y aprovecha las oportunidades para hacer negocios, sin importar cómo. Los Estados Unidos han contribuido a la difusión del Halloween con una serie de películas en las cuales los asesinatos crean un estado de angustia y ansiedad. Estas películas son vistas por adultos y niños, creando miedo en estos últimos y una idea errónea de la realidad. El Halloween hoy es, sobre todo, un gran negocio. Máscaras, disfraces, dulces, maquillaje y demás artículos necesarios son un motor más que suficiente para que algunos empresarios fomenten el "consumo del terror". Se busca además favorecer la imitación de las costumbres norteamericanas por considerarse que esto está bien, porque este país tiene chapa de "superior".
¿Qué debemos hacer en esta realidad? Lo primero es organizar una catequesis con los niños en los días anteriores al Halloween, con el objeto de enseñarles el porqué de la festividad católica de Todos los Santos y los Fieles Difuntos, haciéndoles ver la importancia de celebrar nuestros Santos, como modelos de la fe, como verdaderos seguidores de Cristo. Debemos explicarles de manera sencilla y clara, pero firme, lo negativo que hay en el Halloween y la manera en que se festeja. Es necesario explicarles que Dios quiere que seamos buenos y que no nos identifiquemos ni con las brujas ni con los monstruos, pues nosotros somos hijos de Dios.
Es necesario vivir coherentemente con nuestra fe, y no permitir que los más pequeños tomen como algo natural la relación negativa del Halloween que realmente es un colonialismo.
(*) Obispo de la Diócesis de Oruro
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