Quizá nos vamos acostumbrando al horror, a lo patético. Todo lo sucedido en las últimas semanas en el distrito minero de Colquiri, en los extremos del departamento de La Paz, nos colocó una vez más frente a los desaciertos en el manejo del discurso- que alentó la violencia como recurso del método oficial desde 2006-; en la opción populista por encima de la razón; en el enfrentamiento entre sectores sociales; y en la imposición del maquillaje sobre la consciencia social.
Colquiri tuvo desde sus inicios como campamento minero un imaginario único en el desarrollo de las luchas proletarias paceñas y bolivianas y fueron sus habitantes mineros, a veces junto a los de Milluni, los que resolvieron nudos históricos, como en 1952 ó 2003.
Uno de los episodios con consecuencias fatales para el poder del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) fue el Congreso de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (Fstmb) en Colquiri, en diciembre de 1963, dos años después del Congreso minero de Huanuni que había apoyado los planes económicos del equipo de Víctor Paz Estenssoro.
Juan Lechín, líder minero y de la Central Obrera Boliviana (COB), después del exilio dorado como embajador, se puso a la cabeza del descontento popular. Agustín Barcelli, uno de los más importantes historiadores del movimiento obrero boliviano, decía: “No es el pasa- pasa para estar en el poder. Él se pasaba del poder a la oposición. Siempre fue un ingenuo que creía en las promesas, pero los mineros se encargaban de jalarlo y él no dudó en abandonar el poder y ponerse al lado de los mineros. Fue tan reflejo del movimiento obrero boliviano que, como él, Lechín tampoco supo qué hacer con el poder”.
En el congreso de Colquiri Lechín confesó su ingenuidad, su confianza en no ser la quinta rueda del carro cuando lo eligieron como vicepresidente pues Paz le ofreció cuatro ministerios para los obreros; pero lo engañó.
La reunión obrera culminó con una tesis contra el Plan Triangular y una fuerte crítica contra el MNR por no cumplir sus promesas después de 11 años en el poder. Denunció la persecución política contra los opositores, incluso contra trabajadores y campesinos que habían luchado en abril del 52. También condenó el rol de los militares, del Ejército, que había tomado en sus manos la decisión sobre los conflictos y “está jugando el rol de fuerza colocada por encima de todas las discrepancias partidistas o de sector”.
El gobierno movimientista, en plena fase de declive, se dio cuenta del significado de las resoluciones asumidas en Colquiri y mandó a apresar a los principales dirigentes elegidos: el comunista Irineo Pimentel (padre el exministro masista José Pimentel y suegro de una de las cuatro mujeres mineras, Luzmila, que inició el heroico ayuno en 1978); el comunista de línea china Federico Escóbar, considerado el dirigente más honesto y radical y el joven Jorge Zarzal.
La repuesta en Siglo XX fue la toma de cuatro rehenes estadounidenses, uno de ellos veterano de guerra, Tom Martín. Fue el estreno de la fuerza de las mujeres, del Comité de Amas de Casa, tal como relata en su famosa biografía Domitila Chungara, que asumió la vanguardia en esa crisis. Los sucesos posteriores prepararon la caída del MNR.
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