¿Cuál sería la conjetura que más se aproxime a la realidad? ¿Qué cierto Mandatario lanza denuestos bajo el impulso emocional de alguna circunstancia que lo provoca, sin parar miente en lo que dice? O, por el contrario, ¿lo hace porque necesita llamar la atención sobre su figura, para que no se apague como llama de paja? La primera sería una inconsciencia terrible; y la segunda, una picardía política. De los políticos en general se sabe que si les rodea el silencio, no existen; por eso siempre andan detrás de cámaras y micrófonos para dar qué hablar a la prensa; aunque digan disparates; así y todo es siempre mejor.
Las salidas de tono, los exabruptos, lo insólito y extraño, lo sorprendente, lo increíble, lo…¡Cualquier cosa, con tal de llamar la atención! Tratándose del jefazo, los hechos de esa índole ya hacen un buen rimero. Y hasta parece darse una escuela de imitación. Le siguen como buscando el mismo efecto varios de su círculo cercano. Tal vez el último que se adscribe es ése que de un plumazo borró del mapa a la población mestiza. No obstante su propia identidad, dijo que aquella no existe. Su nombre y su apellido, la lengua que habla, hasta su apostura física, todo en él denuncia a las claras que es un mestizo plurinacional y no un indígena.
Después de aquella grosería con la que hizo alusión a los Estados Unidos, la figura y nombre del Mandatario recorrió el mundo a través de todos los medios. Los más de ellos, sin comentarios. En verdad ni era necesario. Por sí misma retrata de cuerpo entero al personaje que está detrás de la palabreja en cuestión. Simplemente dijeron que allá en los Andes hay alguien que con cierta frecuencia lanza dardos al gigante del norte, y parece que éste le enfureciera más con la respuesta calmosa y flemática que suele dar, sin recoger los exabruptos.
Si ahí quedaran las cosas; esto es, en solamente palabras, carecería de importancia. Sería como simples anécdotas para que algún acucioso colector de rarezas oficiales los registre en sus “dichos y hechos de…”; pero no es así. Ese warak’azo del aymara puede convertirse - el rato menos pensado - en un varapalo imperial. Por ahí se le ocurre estornudar y el efecto no dejaría de llegar a Bolivia. Con la cesación de las ventajas arancelarias (Atpdea) El Alto sabe bien lo grave que es. Y la descertificación anual por la coca no es tampoco “moco de pavo”, como sabía decir don Cayetano. ¿Acaso no importa con qué imagen se la ve a Bolivia en el contexto internacional?
Si es un espécimen del tipo “conflictivo maniático compulsivo”, del que hablan con cierto humor los analistas, la cosa sería también grave, porque en cualquier momento volvería a presentarse; las tendencias temperamentales son indesarraigables. Y si fuera sólo por mantenerse en cartelera, no sería menos preocupante. Significaría poner en juego el decoro institucional del país. Incluso si sólo involucrara al Estado Plurinacional, no importaría gran cosa; pero arrastra a los ciudadanos que nada tienen que ver con las aventuras y desventuras de las 36 naciones exhumadas del pasado precolombino. Definitivamente, sería ir de la sartén a las brasas. ¿Qué haremos?
(*) El autor de pedagogo y escritor
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