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Domingo 14 de octubre de 2012

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Cultural El Duende

Desde mi rincón

La lengua, siempre cautivadora

14 oct 2012

TAMBOR VARGAS

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No puedo ni debo ocultar que desde hace mucho tiempo soy cautivo voluntario de la búsqueda de alguna luz en lo que podemos llamar ‘misterios de la lengua (el lenguaje)’; no precisamente con la intensidad y profundidad que se espera de la dedicación profesional. Y aquí quisiera dejar un leve eco de esta antigua adicción (si es lícito recurrir a este término para lo que procede de un uso de la libertad) a través de unas leves glosas a algunos títulos que, gracias a los autores o a los editores, han llegado a mis manos.

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En primer lugar me referiré a dos obras de Jesús Tuson Valls, de origen valenciano y actualmente profesor jubilado de Lingüística de la Universidad de Barcelona, donde ha ejercido la enseñanza y la investigación por más de cuatro décadas; y parece que puede catalogarse como un investigador y un maestro feliz. En efecto, a juzgar por algunos datos, su éxito editorial resulta inusitado; he aquí unos pocos ejemplos: de su obra Mal de llengües se han hecho –por el momento– hasta 32 ediciones; Una imatge no val més que mil paraules lleva 16 ediciones; y El luxe del llenguatge va ya por las catorce. No dispongo de ninguna de esas obras, pero si me tuviera que formar una idea de ellas en base a las dos que conozco, tendría que reconocer que aquellos éxitos no me sorprenden. No sólo no me sorprenden los éxitos editoriales, sino que cabe imaginar en Tuson Valls un éxito no menor en el aula (donde probablemente han tenido su primer laboratorio de prueba y sus primeras formulaciones).

Tengo ante mí sus Quinze lliçons sobre el llenguatge (i algunes sortides de to) (Badalona, Ara Llibres, 2011, 200 p.) y su Això és (i no és) Allò (Badalona, Ara Llibres, 2008, 104 p.), que pueden considerarse dos de sus más recientes producciones.

El primero, como ya su título permite adivinar, puede considerarse un manual general de lingüística; pero cuyo contenido viene determinado por la soberana experiencia de quien ha dejado su vida en la enseñanza. Esto le permite seleccionar los aspectos y cuestiones que, no sólo sabe más atrayentes para el lector, sino que también resultan más esenciales para transmitir esa ciencia del lenguaje; y además, dándoles el tratamiento aprendido a lo largo de tan larga experiencia: recurso permanente a las paradojas, selección del arsenal argumentativo y ejemplificador; pero todo dentro de un solidísimo conocimiento de la materia (fruto asimismo de tan experta docencia); también la selección del material de base (en este caso, la lengua hablada o escrita), que con frecuencia sabe ayudarse lo mismo de ilustraciones que de textos, materia prima de la reflexión teórica que necesite en cada momento.

El segundo libro, en cambio, se concentra en un solo ‘capítulo’ del lenguaje: la metáfora; pero enfocada y analizada desde cualquiera de sus pliegues; y con un abundante recurso a la paradoja (como puede apreciarse ya desde el título dado a la obra). Y acaso no sea casual la selección del lenguaje o recurso metafórico porque a Tuson Valls le permite diseccionar una de las propiedades más esenciales del lenguaje humano: la capacidad por caminar entre dos sentidos (el literal y el real), donde el sentido ‘real‘ sólo es perceptible a quien tenga un ojo atento a cada contexto en que se produce el ‘acto de lenguaje’.

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Otros dos libros nos conectan con otro profesor de Lingüística, pero esta vez de la Universidad Complutense de Madrid: Juan Carlos Moreno Cabrera. Concretamente, a De Babel a Pentecostés. Manifiesto plurilingüista (Barcelona, Horsori Editorial, 2006, 101 p.); y a El nacionalismo lingüístico. Una ideología destructiva (Barcelona, Ediciones Península, 2008. 223 p.).

No voy a entrar individualmente en cada una de las dos publicaciones porque ambas se mueven en un campo ideológico común y que ya queda expresado suficientemente en el título de la segunda. A saber, Moreno Cabrera tiene declarada la guerra tanto al ‘nacionalismo lingüístico’ como al ‘monolingüismo’ (antípoda del plurilingüismo aludido en el subtítulo de la primera). Ambos fenómenos, aunque históricamente relacionados, no coinciden totalmente, por lo que Moreno Cabrera les dedica sendos panfletos; pero en uno y otro pone de manifiesto una estrategia común: para socavar sus presupuestos y sus objetivos saca a relucir sus inacabables manipulaciones de la realidad (por ejemplo, al cuantificar los hablantes de las ‘grandes lenguas mundiales’). Otro de sus grandes recursos dialécticos contra la obsesión monolingüística es analizar y presentar como corrientes las capacidades plurilingüísticas humanas (de ahí la antítesis entre ‘Babel’ y ‘Pentecostés’).

No puedo dedicarle el espacio que merecerían ambas obras (igual que las de Tuson Valls); pero no quiero dejar de señalar algunas breves consideraciones:

1) ha de producir automática simpatía el hecho singular de encontrar a un español que saca los trapos sucios de la colonización lingüística (la ha de producir por su notable rareza y por la valentía que supone enfrentar uno de los grandes dogmas de la tribu);

2) me parece indiscutible la fuerza de muchas de sus argumentaciones y de muchos de los materiales aducidos; otras, en cambio, plantean algunos problemas o por lo que dicen o por lo que callan o por dejar en la penumbra algunos hechos de bulto;

3) por ejemplo la diferencia entre nacionalismos invasores y defensores, diferencia imprescindible para poder describir situaciones opuestas; otro espejismo (en el que también parece caer Tusón Valls) es el de afirmar que porque, en teoría, todas las lenguas pueden llegar a tener un mismo desarrollo y una misma capacidad discursiva, en la práctica esto sea realidad ya nomás; equivale a olvidar que las lenguas no suelen ser ‘sistemas perfectos’, pues su realidad es producto también de su historia;

4) el lector saca a veces la impresión de que Moreno basa su crítica de las inicuas realidades en un limpio ‘anarquismo’ que, para librarse de las ‘suciedades’ de los procesos históricos impulsados por los estados y presentarse con unas manos limpias, no tiene otra alternativa que lanzarse en manos de la más neta utopía;

5) a fin de cuentas, proponer la sustitución de los imperialismos lingüísticos por una mayor democracia lingüística (aunque fuera modesta), puede sonar a sensato, a condición de no caer en el juego de las cajas chinas: en concreto, me refiero a la similitud de procesos y de actitudes simultáneos entre lo que uno sufre del de arriba y lo que impone al de abajo; y la alternativa ‘plurilingüista’ también topa con su propio techo: el de su viabilidad práctica (es decir, la relación entre esfuerzo y rédito).

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He de acabar con un librito de origen gallego y dedicado a la situación sociolingüística de esta lengua. Me refiero al de Xosé Manuel Sarille, A impostura e a desorientación na normalización lingüística (Santiago de Compostela, Candela Editora, 2007, 123 p.).

En él podríamos verificar y poner a prueba, en concreto, algunas de las propuestas de Moreno Cabrera: las distancias entre lo idealmente deseable (o ‘justo’) y lo que, de hecho, una sociedad está dispuesta a hacer para lograr unos determinados objetivos (en este caso, la ‘normalización’ lingüística de su lengua); más exactamente, ¿qué sucede cuando, en una comunidad lingüística, no todos persiguen unos mismos objetivos de normalización lingüística? La tesis del autor ya queda suficientemente diáfana en el título de su ensayo. Y si lo tradujéramos a una perspectiva histórica, podríamos decir: el gallego no ha llegado muy lejos en su ‘normalización’ porque en aquella sociedad no existió la unitaria decisión imprescindible para que ya la palabrita (‘normalización’) tuviera una sola comprensión y, por tanto, se propusiera una meta única y unánimemente perseguida. Y quien habla de ‘unanimidad’, puede entenderse igualmente como ‘hegemonía’

Como esto no existió, tampoco pudo alcanzarse lo que deseaba y buscaba la minoría más radical y coherente; tanto menos lo pudo alcanzar cuanto que el poder político salido de las urnas no asumió su programa (el de la minoría radical); y quien dice ‘de las urnas’, también puede decir ‘del franquismo’ y de una antiquísima españolización vigente. Digámoslo de otra forma: a falta de un nacionalismo político hegemónico, tampoco cabía esperar que la lengua alcanzara un grado de normalización digno del término como lengua del país, fruto de una hegemonía social y política. Y así, no sólo se hizo patente la división de proyectos políticos subyacentes entre los gallegos, sino que durante décadas los regionalistas han gobernado la ‘autonomía’ distribuida y atribuida por el estado español; si ha sido así, ¿a quién podría sorprender que haya prevalecido también el regionalismo lingüístico; o que éste se haya negado a embarcarse en el ‘reintegracionismo’lusogallego?

Después de esta gran batalla perdida por los nacionalistas, queda, sin embargo, pendiente la verdadera guerra: núcleos activos, calificados y de prestigio siguen enarbolando la bandera de su verdadero ‘hogar’ (el de la lusofonía, con el gigante brasileño y un ‘mercado’ próximo a los 200 millones). Y así, no puede dejar de llamar la atención que una de las más sobresalientes expresiones de esa minoría nacionalista sea una desafiante “Academia Galega da Língua Portuguesa”, de reciente fundación (2008), por el momento absolutamente incompatible con la vieja “Academia Galega”.

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La lengua como fenómeno humano; la lengua, como objeto de investigación y de reflexión; la lengua como campo de batalla entre proyectos avasalladores y proyectos insumisos; la lengua, como permanente ocupación e interés del hombre. La muestra bibliográfica revisada nos ofrece esa misma variedad de enfoques y perspectivas. Con una última reflexión: ¿no sería deseable que los debates locales que los proyectos reivindicacionistas (teóricamente consagrados en las leyes) van encendiendo entre sus defensores a sueldo y sus denigradores atávicos, también echaran un vistazo a los más o menos vecinos? Me atrevería a anticipar un rendimiento garantizado.

Para tus amigos: