Un 12 de Octubre 1492, por vez primera tres barcos españoles llegaron al lugar que hoy se denomina Centroamérica: la Niña, la Pinta y la Santa María. De uno de ellos desembarcó Cristóbal Colón, cabecilla de los expedicionarios, y su asombro fue grande cuando se constató de nuevas tierras, nuevos árboles, nuevos animales y sobre todo la existencia de hombres y mujeres que habitaban, muy diferentes a los españoles en todo sentido.
De principio se notaba mucha codicia en los españoles, puesto que parte de ellos eran elementos de hampa, pues, ante la opción de viaje de alto riesgo y desconocido, prefirieron sumarse a las filas de Colón que seguir presos, navegando libremente, lo que significa, que no eran personas equilibradas sino tenían traumas psicológicos capaces de afectar negativamente en su relación con el otro.
Y efectivamente sucedieron cosas negativas y catastróficas, tomando en cuenta que comenzó un proceso de colonización a los indígenas de entonces, en lo económico, político, social, cultural; llegando a ocurrir hechos de etnocidio y genocidio.
Estos hechos, se produjeron no necesariamente con Colón, sino con otros grupos de expedicionarios que se expandieron por todo el nuevo continente, siempre en la idea de encontrar mucho oro y plata para fines grupales, personales y para la satisfacción del Rey de España.
Entre otros hechos más relevantes sucedió en América del Sur con los Incas, cuando los españoles sorprendieron en plena guerra a los hermanos (solo de padre) incas Huáscar y Atahuallpa por el trono. La pelea era sangrienta, Huáscar tenía tropas de la región de Cusco, Perú y Atahuallpa de la región de Ecuador.
Prácticamente la guerra estaba ganada por las tropas de Atahuallpa, el mejor testimonio fue que para entonces ya tenía preso a Huáscar. Se piensa que Atahuallpa al ver llegar unos hombres barbudos armados y en animales tan extraños como los caballos cayó de espaldas de asombro. Por el pánico que les infundieron los extraños, no tuvieron tiempo de organizarse y hacer resistencia.
Los españoles, a la cabeza de Francisco Pizarro se informaron muy bien de todo lo que estaba pasando, por eso rápidamente apresó a Atahuallpa, para luego calcular con holgura sus próximas acciones.
Pizarro hizo una jugada maquiavélica, la primera trampa que planteó como condición de su libertad fue que mandara a asesinar a su hermano Huáscar, que dijimos en líneas arriba cayó preso en manos de Atahuallpa. Éste, creyendo en la palabra de Francisco Pizarro hizo asesinar a su hermano, pero, sin recibir a cambio su libertad.
La segunda trampa fue lo que propuso, nuevamente a cambio de su “libertad”, que entregara todo el oro y plata acumulados. Atahuallpa cumplió fielmente una vez más con tal de ser libre; sin embargo los españoles logrado su objetivo tampoco soltaron al Inca, lo que demuestra la calidad humana que eran, notándose unas intenciones morbosas de destrucción y de largo aliento.
Posteriormente, cuando el Inca preso ya no les servía para nada, empezaron a acusarlo, entre otras cosas, de genocidio y poligamia para finalmente con estos argumentos asesinarlo ante la mirada pasiva del padre Sol en el que tanto había creído el último emperador inca.
A partir de esto comenzaron con más vigor los asesinatos, las violaciones a las mujeres y todo tipo de vejámenes no solo a los incas sino también a los pobladores Aztecas, Mayas y otros a lo largo y ancho de todo el continente Abyayala y durante 333 años consecutivos (por lo menos en el caso de alto y bajo peruanos); hasta que en 1825, los pueblos después de numerosos levantamientos fracasados, finalmente triunfaron expulsando a los españoles.
Lo mencionado es doloroso y condenable desde todo punto de vista, pero, no por eso podemos vivir toda la vida de los recuerdos, de venganzas o de intentar volver al punto cero del pasado pensando que era mejor.
Al pasado sólo hay que ver para entender el presente y proyectar el futuro. No sé si en buena o mala hora nuestras sangres se han mezclado, entre los españoles e indígenas en toda América Latina que ha dado origen al mestizo, todos somos mestizos, ya no existen sangres puras ni siquiera en tierras bajas. Podemos ser quechuas, aimaras, mosetenes, etc., pero, eso no garantiza la puridad; en realidad es un problema de genes.
Por eso es tan difícil, casi imposible hablar de la descolonización en todo sentido de la palabra. El viceministro de Descolonización por ejemplo primero tendría que descolonizarse él; porque su nombre y apellido (Félix Cárdenas) son españoles, y a kilómetros se nota que es mestizo por sus facciones.
Lo que hay hacer, más bien, es apropiarnos de todo lo que nos sirve, tanto de afuera como de adentro, para nuestros objetivos estratégicos de desarrollo individual como colectivo. La cuestión del idioma (español que decimos castellano) por ejemplo no sólo es recuperable sino parece hasta un aporte, porque ¿cómo nos comunicaríamos entre un quechua y un aymara o entre un moseten y un quechua o entre un ayoreo y un aymara, etc., si no es por vía español castellano?
¿Qué hubiera hecho el Presidente Evo Morales de no existir idioma español-castellano para comunicarse con el país?, porque hasta ahora no hemos escuchado manejar ningún otro idioma vernacular.
Por lo tanto, no es conveniente a 520 años seguir con las heridas, odios, venganzas contra los que vinieron (que además ya no existen), ni creer que el futuro está en las sociedades precolombinas, porque ese tipo de personas y culturas ya pasaron por la dinámica propia del hombre. Avancemos a la par de las transformaciones de la humanidad apelando a todo lo que puede ser útil para sus metas, objetivos y fines del país, sin preferencias especiales.
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