La crisis por la que atraviesa la mayoría de las instituciones nacionales es el resultado de la falta de preparación de nuevos líderes en los diversos campos de la actividad, desde los niveles de principiantes, por decir algo el caso de los estudiantes, pasando por las universidades y acentuando esa ausencia en las organizaciones sindicales, vecinales, cívicas, las de servicio y las gremiales, en todas el flujo de dirigentes es simplemente circular y sin renovación.
No hay justificativo en la explicación de un antiguo dirigente sindical al señalar que “los dirigentes nacen y no se hacen”, lamentablemente hace mucho que los partos regulares no han contribuido a la renovación de nuevos dirigentes, por tanto la lógica situación obliga a la preparación de estos elementos para ponerlos al frente de instituciones de vanguardia.
Hay necesidad de preparar líderes, es decir contingentes de profesionales que puedan sobresalir en sus actividades regulares pero además que tengan la capacidad de conducir instituciones de avanzada que asuman la responsabilidad de reclamar por los derechos de los demás, enfrentando las condiciones adversas e imponiendo la fuerza de convicción en la defensa de los valores y los derechos humanos.
No hay sindicalistas y políticos jóvenes, la suerte de los sindicatos y los partidos está en manos de “viejos” dirigentes que no han cambiado su discurso, no se han actualizado en los cambios que dejan marcas en las sociedades de consumo y en aquellos procesos de cambio que son parte de una revolución que puede pasar dejando daños irreparables entre los que pierdan el tren de avanzada o crear condiciones de radicalismo violento si se sobrepasan los niveles de la euforia de dirigencias precariamente formadas.
Las exigencias del tiempo actual no necesariamente obligan a cambiar de forma radical los niveles de mando institucional pues es innegable que de todos modos deberá prevalecer la experiencia de los viejos conductores para encaminar a los nuevos líderes de modo que recuperando lo bueno de las gestiones pasadas se arme un nuevo esquema con la solidez de ideas renovadoras, en una conjunción de respeto e intrepidez.
Pero hay que hacer líderes, no queda otra alternativa, y esa tarea debe ser encomendada a profesionales y estudiosos de las disciplinas sociales, que de manera expresa dediquen su atención a la formación de líderes de una nueva generación que asuma el rol de conducción de las empresas e instituciones responsables de la defensa de los derechos ciudadanos, de la democracia, del trabajo, de las libertades y del desarrollo.
Nuestro país, como muchos otros, ha descuidado la formación de líderes de ahí que en el frente político o el sindical las figuras siguen siendo las mismas de hace años, con muy contadas excepciones, cuando son muchos los requerimientos de nuevos dirigentes para encaminar todo el esquema socio político por derroteros de avanzada, sabiendo qué queremos y a dónde vamos.
Hay necesidad de crear escuelas de líderes para formar nuevos conductores de nuestras instituciones, garantizando que en ese afán prevalezca la intención de preparar hombres y mujeres responsables de inducir al verdadero cambio con solidez, con capacidad, con libertad y justicia, con la conciencia de servir a la comunidad, sin servirse de ella.
Fuente: LA PATRIA
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