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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 La Fe Abraham - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
María Santísima finaliza su Magníficat con una explosión de felicidad y gratitud: “Acogió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia -como había prometido a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos” (Lucas 1, 54-55).
María Santísima conocía los grandes favores de Dios a su pueblo: las promesas depositadas en Abraham para todo el Pueblo elegido: la realización de la libera-ción extranjera y la posesión increíble de la Tierra de Promisión. Y los fabulosos milagros que acompañaron la salida de Egipto y sus periplos por el árido desierto durante cuarenta años. Dios es siempre un manantial de favores, de gracias, de esplendidez, en cuanto es un Padre que se preocupa largamente de todos sus hijos en todos los tiempos.
Fidelidad y amor en la Alianza son las palabras claves del hecho de la salvación, y en éste hecho, Abraham es un personaje que no puede pasar desapercibido, al punto de que María Santísima en su Magníficat lo llama “padre”.
Y, el camino de la “obediencia en la fe” de Abraham tuvo su punto de partida en el mandato divino: “Sal de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré” (Génesis 12, 1). Para Abraham “obedecer en la fe” supuso desarraigarse de su tierra, su patria, su familia, sus amigos, y despojarse de su propio hijo. Dios le pide que se lo sacrifique.
La fe de Abraham le justifica. Él cree en Dios, cree a Dios y cree lo que Dios le dice. "Por la fe, Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba" (Hb 11,8; cf. Gn 12,1-4). Por la fe, vivió como extranjero y peregrino en la Tierra prometida (cf. Gn 23,4). Por la fe, a Sara se otorgó el concebir al hijo de la promesa. Por la fe, finalmente, Abraham ofreció a su hijo único en sacrificio (cf. Hb 11,17). (Catecismo, 145).
“Obedecer (ob-audire) en la fe es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obedien-cia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma” (Catecismo), 144). La obediencia es la amorosa renunciación de uno hacia Dios, es renunciar a nuestra voluntad en favor de la voluntad del Señor. Obedecer es vivir en perfecta armonía con el Creador, es la más básica de las virtudes porque sustenta a todas las otras. La obediencia es el antídoto contra el orgullo, ya que al observarla el alma se dispone a practicar la virtud de la humildad. El orgullo de Lucifer fue la causa de su desobediencia a Dios, su orgullo lo cegó.
Gracias a los sucesivos despojamientos de Abraham, su “obediencia en la fe” al-canza una fecundidad ilimitada: “Por haber hecho esto, por no haberme negado tu hijo, tu único, yo te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descen-dencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa, y se adueñará tu descendencia de la puerta de sus enemigos. Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago de haber obedecido tú mi voz" (Génesis 22, 16-18).
Junto con la Virgen, “la Carta a los Hebreos, en el gran elogio de la fe de los ante-pasados, insiste particularmente en la fe de Abraham; el capítulo 11 hace un aná-lisis profundamente descriptivo “de la naturaleza vital de la fe”: “parece una galería de figuras inmortales, que desfilan delante de nuestros ojos asombrados. Son figu-ras egregias, esculpidas por la fe adulta, hombres indestructibles que poseen una envergadura interior que asombra y espanta, capaces de enfrentarse con situacio-nes sobrehumanas, con tal de no apartarse de su Dios”, por eso se alzó la voz del profeta recordándoles que Dios nunca es infiel a sus promesas y cuyas palabras se enfilan en el texto del Magníficat: “Y tú Israel, mi siervo; Jacob, mi escogido; descendencia de Abraham, mi amigo. Tú a quien recogí desde los confines del orbe, a quien llamé desde sus extremos, a quien dije: tú eres mi siervo…” (Isaías 41, 8-9).
Todo comenzó con Abraham, “desinstalándole” de su propia tierra, después ven-drán muchos más. Fueron las realizaciones concretas de aquella inicial voluntad de Dios comprometida con la descendencia de Abraham.
“Abraham realiza así la definición de la fe dada por la carta a los Hebreos: "La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven" (Hb 11,1). "Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia" (Rom 4,3; cf. Gn 15,6). Gracias a esta "fe poderosa" (Rom 4,20), Abraham vino a ser "el padre de todos los creyentes" (Rom 4,11.18; cf. Gn 15,15)” (Catecismo, 146).
Por eso mismo Benedicto XVI nos dice que Abraham es modélico también en la oración. La intercesión del Patriarca por Sodoma (cf.: Gn 18, 16-33), “que se basa en la certeza de que el Señor es misericordioso. No pide a Dios algo contrario a su esencia; llama a la puerta del corazón de Dios pues conoce su verdadera volun-tad. Ya que Sodoma es una gran ciudad, cincuenta justos parecen poca cosa, pe-ro la justicia de Dios y su perdón, ¿no son acaso la manifestación de la fuerza del bien, aunque parece más pequeño y más débil que el mal?”
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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