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Domingo 07 de octubre de 2012

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Revista Dominical

Breve historia de una gran falsificación

07 oct 2012

Fuente: LA PATRIA

Por: Vicente González Aramayo Zuleta - Abogado, escritor, investigador, Miembro de Número de Academia de Ciencias Jurídicas, catedrático de Sociología, Historia de la Cultura (con libros respectivos) de la Facultad de Economía de la UTO

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Con el título de encabezamiento de “La gran impostura del eslabón perdido”, un diario londinense de 1917, denunciaba una fenomenal falsificación de uno de los fósiles en la cadena genética humana, por un notable científico británico: Charles Dawson, pero ya no vivió para enfrentar el escándalo.

Empero, para conocer el caso se impone un antecedente necesario, es decir, conocer algo sobre la cadena genética, ubicando la posible época en que el hombre aparece en el desarrollo biológico. La Tierra fue creada como consecuencia del Big Bang, hace 5.000 millones de años, de los cuales 4.500 millones se hallan en la nebulosa impenetrable de lo desconocido y sólo en los últimos 500 millones de años aparece la vida en la forma más rudimentaria. El primer período del desarrollo de la vida primitiva es en el agua y se produce el desarrollo desde las amebas hasta los peces, o sea en los períodos secundarios denominados Cámbrico, Silúrico, Devónico, Carbonífero y Pérmico. Todo ello se halla en aproximadamente 280 millones de años, y se denomina Paleozoico. Luego viene el período llamado Mesozoico, de los dinosaurios, con aproximadamente 180 millones, donde se encuentran los períodos llamados Triásico, Jurásico y Cretácico. Después el período terciario o Cenozoico, de los mamíferos, con sus períodos: Eoceno, Oligoceno, Mioceno, Plioceno y Pleistoceno que se extiende desde allí, hasta completar los 500 millones. Probablemente el Hombre como homo faber, aparece ya en el Pleistoceno; este periodo es considerado el Terciario y se funde con el Cuaternario y es precisamente la era de la aparición del Hombre que apenas serían dos millones de años, llamado Holoceno o Reciente y es la que ha suscitado polémica sobre la cadena genética humana. En efecto, existe gran polémica sobre este caso. El mismo Hombre, rey de la creación ignora su origen cierto (1).

El científico F. Clark Howel inserta en su libro los siguientes fósiles humanos: el Pliopithecus (protoantropoide), el Procónsul (se cree antepasado el chimpancé); el Dryopithecus (antropoide): el Oreopithecus (se cree de la rama lateral humana); el Ramapitehus, (se supone el más cercano al hombre); el Australopithecus (Separado con 9 millones de años del anterior); el Homo Habilis; el Homo Erectus (identificado como el mucho más próximo al Hombre que ya era gregario); el Homo Sapiens (el hombre, cuyo proceso fue largo para pasar del preagrícola al agrícola y otras actividades primarias) el Homo de Rhodesia; el Hombre de Neanderthal; (no era el bruto que creían, su capacidad de cráneo era superior a la del Hombre de Cromañón, en algunos casos); El Hombre de Cromañón (2)- (último antecesor del hombre moderno y actual; fabricó herramientas, domesticó el caballo, inventó la rueda. El desarrollo del Hombre de Cromañón tuvo también su trayectoria cultural: atravesó por un período largo y muy propio – si citamos el planteamiento de Morgan y sólo como método porque ya no le dan importancia algunos antropólogos físicos y sociólogos- anotamos que esa trayectoria humana se divide en Salvajismo, Barbarie y Civilización, sujeto a la cultura de la piedra o, el paleolítico, luego a la del bronce y después del hierro).

El proceso de hominización es largo, ulteriormente se han efectuado nuevos descubrimientos, así el fósil de Olduvai, Tanzania, África, el llamado Zinjanthropus, con casi 3 millones de años, el Hombre de Java, el hombre de Pekín y el de Heidelberg, que ingresaron a en la cadena genética. El último fósil es el de Lucy, descubierta en África, con 3,5 millones de años. Ahora bien, a toda la lista que hemos consignado anteriormente agregamos ahora al Hombre Piltdown llamado así por haber sido descubierto en una región de Inglaterra con el mismo nombre, por Charles Dawson, en el año 1912, al que le pusieron el nombre de Eoanthropus Dawsoni. Este aparentemente gran descubrimiento científico causó revuelo en el mundo, pues en la cadena genética faltaba el eslabón para unir la cadena y verificar la teoría de Charles Darwin: que el Hombre era descendiente del mono. Por la teoría de Darwin las confesiones religiosas que basaban todo su credo en la creación de Dios del Hombre con el nombre de Adán en el Paraíso, recibió un sofocón, pues se había hallado el Eslabón Perdido, con lo que quedaban atrás las creencias religiosas. Era como para dar al traste con ellas. Dicen que la misma reina de Inglaterra, al confirmarse que venimos del mono, se asustó muchísimo y exclamó: “¡Dios mío… haz que no sea cierto…!” y tacharon a Darwin como el hombre más peligroso de Inglaterra. Y, por lo que sucedió después parece que Dios habría atendido a la reina. También causó no menos sorpresa en la comunidad científica y, a algunos de sus miembros les pareció asaz extraño. Nunca antes habíase encontrado nada parecido en territorio británico casi un páramo hasta que fueron a vivir grupos de bretones, celtas, sajones y fue invadido además por los romanos. Es así entonces que dos científicos del Museo Británico decidieron investigar. Dawson ya había fallecido, en cierto modo feliz de haber sorprendido a la gente del mundo con su entrega: el Eslabón Perdido, por el que tanto se había discutido. Esta pieza, según el razonar de todos resultaba la argollita que faltaba para unir la cadena de monos y hombres. Los dos científicos del Museo Británico optaron por visitar a la viuda, pero no de Dawson sino del amigo que había trabajado con él codo a codo. La viuda de este otro científico fue tan amable que les entregó prácticamente el gabinete de trabajo de su esposo. Los dos hombres de ciencia descubrieron lo que sospechaban: en una gaveta del gabinete encontraron los huesos del cráneo y otros más. Lo primero que dedujeron fue que este amigo científico le había sido leal a Dawson hasta el último instante de su vida. Él lo supo todo, virtualmente le encubrió. Estudiaron el cráneo histórico y observaron que era de un mono común, con una antigüedad de unos diez años; tenía partes hábilmente limadas, entre ellas los dientes y teñidas con bicromato de potasio y sales de flúor, todo para darle esa tonalidad de color antiguo, sometiendo también la calavera a la perforación con broca para probar por el olor que produce el calor al rozar con el hueso y, en efecto, sintieron el olor a hueso quemado, lo que sólo puede suceder con hueso fresco mas no con unos mil de años, menos en una calavera de un millón de años. Con la seguridad absoluta, los dos científicos del Museo Británico creyeron hallarse en el deber de denunciar semejante falsificación y agresión a la ciencia. La gente y comunidades religiosas y culturales del planeta quedaron escandalizadas, y no porque se hubiera confirmado que no existía un eslabón, sino por la falsificación tan escandalosa.

Ahora bien, habiendo sido de tal magnitud la falsedad, resulta curioso que en una nueva edición del libro de Ralph Linton, haya seguido existiendo, el Hombre de Piltdown o Eoanthropus Dawsoni. El autor escribió su libro cuando aún no se produjo el descubrimiento de la falsedad (3). La edición del Fondo de Cultura Económica, (México 1976), debió motu proprio suprimir la consignación de esta especie del catálogo. Por otra parte, el canal de televisión Natgeo, ha difundido este tema, pero muy escuetamente, sin mencionar nombres, como pretendiendo solapar que Charles Dawson había falsificado, pero era súbdito inglés, y parece que muchos medios de comunicación, la política de países, ediciones de libros y revistas, adoptan la posición de solapar esta gran falsedad. Tal vez tengan razón. Ha sido una gran vergüenza para el imperio, y debe echarse tierra al caso. Y si se trata de difundir programas que traten sobre la cadena genética humana, pasar de largo por el Hombre de Piltdown. La política del imperio se puede ver también en otros aspectos. Hay que leer a Vargas Llosa en su libro El sueño del celta; en esta obra el personaje central es un misionero diplomático que denuncia los crímenes horrendos, despiadados, cometidos por empresas europeas. Bélgica en el Congo y la inglesa la Peruvian Amazon Corp. de un siniestro Julio Arana, en Putumayo, Perú, por causa de explotación del caucho. El imperio admite la culpa, castiga suavemente a las empresas, (como para que se vea que hace justicia), pero se venga del denunciante que además era irlandés, y cuando lo tiene en su poder lo condena a muerte, buscando el pretexto de ser conspirador contra el imperio británico. Se ha visto que nadie puede tocar a los imperios. En la piratería sucedió lo mismo: la corona inglesa tenía piratas asignados, autorizados, pero cuando caían otros no oficiales, eran, naturalmente ahorcados. Los piratas de la reina saqueaban a los españoles que a su vez éstos saqueaban a los incas.

Esta es la historia de aquella gran falsificación. Sin embargo, en estudios recientes y aceptando la evolución humana, no se requiere de un eslabón para formar la cadena genética, ni de saltos genéticos. No obstante, existe una teoría que parece tener fuerte basamento: que el hombre y el mono provienen de una especie común, un homínido, que se bifurcó en dos ramas: la una que formó la cadena genética humana que termina en el homo sapiens y la otra que termina en monos y esa misma rama se subdivide en dos para catalogar a monos catirrinos y monos platirrinos, es decir, del viejo y nuevo mundo, respectivamente. Por lo dicho el mono ya no sería nuestro abuelo, sino nuestro primo. Parece ser lo más lógico-

BIBLIOGRAFÍA:

(1) GONZÁLEZ ARAMAYO Z. VICENTE, Historia de la cultura.

(2) HOWEL CLARK F, El Hombre prehistórico.

(3) LINTON RALPH, Estudio del Hombre.

Fuente: LA PATRIA
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