Esta semana recordamos la partida de Huáscar Cajías Kaufmann, patricio boliviano, nacido en Santa Cruz de la Sierra, quien dio el apodo de “notables” a los miembros de la Corte Nacional Electoral, cuando ésta contaba con la confianza de la ciudadanía; tiempos pasados y que, al parecer, ya no volverán.
Cajías señalaba que para ser un buen periodista, un buen historiador o un buen funcionario público, la persona debía buscar por encima de todo interés el Bien Común y le era imprescindible, en ese tipo de oficios, contar con una filosofía, una visión de la vida o “weltanschaung” y una posición frente a la búsqueda de la Verdad.
En ocasión del aniversario de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Mayor de San Andrés, de la que fue uno de sus primeros y más destacados alumnos, describía la importancia de buscar la Verdad. La Verdad nos hace más libres- apuntan los Evangelios- y nos obliga a unas prácticas cotidianas que marcan nuestro caminar.
Decía Cajías: Hay que amar a la Verdad, pese a las dificultades y a las desilusiones que nos puede traer aquella decisión. “No sucumbir a la tentación de sustituir la Verdad comprobada porque nuestros prejuicios” nos impulsan a esconderla.
“El amor a la Verdad es sólo uno de los nombres que recibe la inagotable simplicidad de Dios”. Por ello, quienes la buscan aún cuando no crean en la divinidad, se diferencian de los materialistas, pues su opción es espiritual.
“Es una inquietud permanente porque la Verdad es un campo inmenso”. Y difícil, podríamos añadir, cuando esa búsqueda está minada con las presiones del poder.
Consecuencia de esa búsqueda, es el amor a la Libertad. Quien ama la Verdad no impone sus ideas o criterios. Respeta a la consciencia ajena, por lo mismo que sabe que el campo para la Verdad, es inmenso.
“La Libertad es la base de la moral y, por tanto, de la responsabilidad y de la dignidad del ser humano. No pretendamos torcerla a la fuerza ni anularla. Es un don que hay que usar con buen criterio”.
De ambas virtudes, se desprende la Tolerancia, “madre de la amistad, condición del trabajo fecundo y de cooperación”. “No queremos seguir el camino de quienes dicen respetar las ideas ajenas pero queman a quienes las profesan”.
“Busquemos la Verdad, respetemos la Libertad, seamos tolerantes y lo demás se nos dará por añadidura”, reflexionaba Huáscar Cajías al destacar el clima de tolerancia en la universidad y en la facultad de filosofía, donde compartían textos él, como católico, Mario Miranda, como comunista, y Arturo Orías, como existencialista.
Hasta su muerte, el 1 de octubre de 1996, Cajías tuvo fe en el proceso democrático boliviano y confianza en el aprendizaje de la Tolerancia, un valor de última generación, el más esforzado para cultivar individual y colectivamente.
Parecía hasta el 2007, antes de los sucesos de 2008 y antes de la catástrofe de miseria humana contra los marchistas del Tipnis, que ese era el aprendizaje después de 30 años de regímenes constitucionales. Las noticias y, sobre todo, las declaraciones del más alto nivel del poder político, evidencian que hemos retrocedido como nación: menos personas buscan la Verdad, no hay respeto por la Libertad usada con buen criterio y respeto y mucho menos respiramos la Tolerancia que él reclamaba.
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