La situación que persiste en Bolivia y que se ha vuelto parte de la cotidianidad está muy próxima a una crisis de valores y derechos debido a que las movilizaciones sociales de diversos sectores alteran el orden público, confrontan a personas, dividen a instituciones y mantienen la incertidumbre en un plano socio – político que nadie sabe cuándo se acaba, pero que presume cuánto se puede complicar por falta de previsiones claras y prácticas.
Es posible que se considere una exageración el apunte de algún analista político y la opinión coincidente de un exasesor del partido gobernante al señalar que “no hay día que no se tenga que confrontar algún problema, en algún sitio del país”, principalmente en la sede de gobierno donde convergen la mayoría de los movimientos sociales, incluyendo los afines a la estructura gobernante.
En ese orden, si bien hay muchos problemas de fácil solución y cuyo arreglo corresponde a la habilidad de autoridades departamentales, sean de las gobernaciones o las alcaldías hay otros tantos que comienzan en los distritos y por falta de oportuno tratamiento y adecuada labor preventiva trasponen los límites departamentales y se sitúan allí donde más efecto producen las manifestaciones, marchas, bloqueos y otras formas de protesta que son implantadas con la extrema habilidad que impone la desesperación de buscar atención a los problemas que afectan la vida de miles de personas.
Lo que prevalece actualmente es la vigencia de varios vice ministerios, creados por lo visto para que sus titulares hagan la función de mediadores ante la diversidad de problemas y que además, como ya lo han manifestado los hábiles políticos opositores, actúen como “fusibles” ante las fuertes y violentas descargas sociales. Claro que algunos de esos diligentes servidores públicos se “quemaron” en varias de sus atrevidas participaciones, obligando a las autoridades superiores al aumento en la resistencia de esos elementos que reciben las descargas, pero que no solucionan los problemas.
Lo grave del asunto es que en ese nivel de intermediación se ha podido observar que algunos criterios vertidos “quien sabe con buena intención” han sido recibidos exactamente con una valoración contraria, lo que ha generado divisiones en las partes y entre estas y los mediadores, complicándose por tanto cualquier arreglo posible así sea con una dosis de buena fe y sinceridad.
Si bien es cierto aquello de que conflictos hay en todas partes del mundo y también diariamente, es pues un consuelo ridículo porque deberíamos buscar las mejores alternativas para no alinearnos con la conflictividad generalizada, sino más bien en la alternativa de armonizar criterios, buscando más coincidencias que divergencias, poniendo en práctica el uso razonable del diálogo abierto, en un ambiente de seguridad y respeto, de comprensión y esfuerzo compartido para anular todas las causas que alteran nuestra pacífica convivencia y el derecho de todos a vivir sin sobresaltos y sentir de veras que nuestras necesidades son comprendidas y atendidas.
Hace falta practicar los métodos de prevención, apuntando a claras y abiertas reflexiones que sirvan para unir a los bolivianos y no para crear trincheras que nos desunen y nos enfrentan. Falta también oportunidad en la consideración de los problemas que tiene la población, así sean menores o insignificantes, todos deben merecer responsable y pronta atención.
Fuente: LA PATRIA
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